

El pánico tiene precio en los mercados nerviosos, alto para el que vende si es que asume pérdidas, y bajo para el que compra. Si bien la primera de las claves para el inversor es medir bien el momento para entrar y salir de una inversión (timing), una que siempre está presente es que para poder comprar activos a precios atractivos, los inversores tienen que hacer, primero, algo indispensable: venderlos.
En los últimos días una legión de inversores se ha desprendido de sus activos y esto ha provocado una fuerte caída en las bolsas. Oro, bonos del Tesoro de EE.UU., monedas como el dólar canadiense o el franco suizo e incluso las propiedades más en Miami que en Puerto Madero son los destinos de este vuelo que muchas veces implica asumir pérdidas y buscar refugio hasta que amaine la tormenta. Es precisamente en momentos como éste, que hace su aparición un señor de bajo perfil que en épocas de crisis se viste de gala: el cash.
Cuando sobran las grandes fluctuaciones, cuando el temple de los inversores se pone a prueba, y el pánico hace que las ventas no distingan entre buenos y malos activos, el dinero en efectivo le da al inversor la posibilidad de comprar activos (los buenos) al precio de los malos.
De visita en la tierra de los activos que sirven de refugio, el oro tiene un lugar asegurado pero nadie alienta una suba interminable. Una cuenta rápida muestra que el metal ha trepado 18% en lo que va del año superando u$s 1.800 la onza., y hay quienes hablan ya de u$s 2.000 aunque existe una oposición que señala que invertir dinero en oro es entrarle con un pico inflador a un globo a punto de reventar.
Para los inversores locales, las opciones son numerosas. Si va a comprar el metal (en físico) hay que tener en cuenta que la brecha entre el precio de compra y el precio de venta (spread) es del 10% por la baja liquidez del mercado, no importa si compra una medallita o un lingote. Una opción para pagar menos entrada es el GLD, un certificado que cotiza como una acción y que replica el precio del metal. También los contratos a futuro del Rofex-Banco Ciudad.
El sobreprecio que algunos ven en el oro es el mismo que otros asignan al franco suizo. La moneda se revaluó contra el euro un 40% y esto hizo que el Banco Nacional de Suiza recorte las tasas para hacer menos atractivas las colocaciones y así aportar algo de liquidez (a más francos, menor precio).
El gran atractivo del franco suizo y del dólar canadiense no reside en el desempeño de sus emisores... sino en su conducta: son las monedas que se han emitido en menor cuantía. Los bonos del Tesoro, para algunos son llamados una apuesta reflexiva en una crisis que paradójicamente no les ha hecho daño. El precio del T-bond a 30 años rindió ayer 3,48%, un mínimo desde marzo del 2009.
El rendimiento del papel a siete años cayó a un mínimo histórico de 1,48%. Es el preferido de los grandes inversores, su demanda creció en forma proporcional a la percepción de riesgo pero su tasa es más baja.
En lo que hace al mercado inmobiliario, medidos en dólares, los valores ya muestran en Buenos Aires, durante el último año una suba del 10,3%, de acuerdo con el último informe presentado por el Colegio de Escribanos de Buenos Aires.
El auge del sector habla por sí sólo: se registran valores que se ubican 50% por encima de los pagados en la convertibilidad y en el sector estiman que seguirá creciendo 0,8% por mes. En Miami también hay oportunidades.
Sin entrar en detalles, dos Eduardos a los que hay que seguir Elsztain (Irsa) y Costantini (Consultatio) ya han desembarcado por esas tierras. Elsztain compró dos edificios, uno en la calle Madison y 34 y el otro en Lipstick. Además, adquirió el 10 % de Hersha, una cadena hotelera con más de 10.000 habitaciones. Costantini compró tierra en Key Biscaine por u$s 80 millones para llevar adelante un proyecto de u$s 200 millones y venderlo a u$s 10.000 el metro cuadrado.
Si bien las inversiones en oro, bonos monedas y propiedades gozan de buena salud, uno de los puntos neurálgicos sobre los que pivotea la elección de un activo es el oportunismo para comprarlos. Por eso, el cash sigue siendo el rey.












