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En un contexto global signado por la incertidumbre geopolítica, la transición energética y los vaivenes de los precios internacionales, Argentina encuentra en sus recursos no convencionales -y en particular en Vaca Muerta- un eje estructural para construir crecimiento, generar divisas y trazar un camino hacia la estabilidad macroeconómica.
La balanza energética positiva que se consolida este año no es solo una buena noticia coyuntural: es la expresión concreta de una oportunidad estratégica.
Un superávit energético con potencial transformador
Entre enero y abril de 2025, la balanza comercial energética volvió a jugar un rol positivo en la economía argentina. En los primeros cuatro meses del año, el país registró un superávit de USD 2.684 millones, lo que representa una mejora interanual de USD 246 millones.
Este resultado adquiere mayor relevancia si se considera el contexto internacional adverso, marcado por la caída de los precios del petróleo debido a la guerra comercial y de aranceles impulsada por Estados Unidos, que ha afectado a los principales mercados energéticos del mundo.
Según un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), el saldo positivo se explicó tanto por el efecto precio -que aportó USD 127 millones adicionales- como por el efecto cantidad, también con un incremento de USD 118 millones adicionales. En total, las exportaciones energéticas alcanzaron los USD 3.634 millones, mientras que las importaciones sumaron apenas USD 950 millones, consolidando un escenario de autosuficiencia y generación neta de divisas por parte del sector.
Este desempeño positivo de la balanza energética encuentra su fundamento en el fuerte dinamismo de la producción local. En el primer trimestre de 2025, la producción acumulada de petróleo en la provincia de Neuquén fue un 20,31% superior a la del mismo período del año anterior, consolidando a la provincia como el epicentro de la actividad hidrocarburífera del país.
El crecimiento estuvo impulsado por cinco áreas estratégicas: Aguada Cánepa, que aportó 2.990 barriles diarios adicionales; Bajo del Choique - La Invernada, con 2.586 bbl/d más; Coirón Amargo Sureste, con 1.635 bbl/d; Fortín de Piedra, con 1.371 bbl/d; y Mata Mora Norte, que sumó 1.163 bbl/d. Estos desarrollos explican gran parte del salto en la oferta exportable y la mejora del saldo comercial energético.
Nuevas inversiones: dos proyectos clave bajo el paraguas del RIGI
En este marco, el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) se convierte en una herramienta clave para atraer capitales.
Dos proyectos vinculados con Vaca Muerta ya han sido aprobados: uno encabezado por YPF, Oleoducto Vaca Muerta SUR (VMOS S.A.), en el que participan también PAE, Vista, Pampa Energía, Pluspetrol, Chevron y Shell; y otro articulado entre Golar LNG, PAE e YPF, destinado a la licuefacción de gas natural (GNL) con destino a exportación. Ambos se enfocan en incrementar la capacidad de extracción, procesamiento y exportación de hidrocarburos, lo que proyecta un crecimiento adicional de la oferta exportable en los próximos cinco años.
El atractivo del RIGI radica en ofrecer un marco de estabilidad fiscal, aduanera y cambiaria por 30 años. Para un país históricamente castigado por la volatilidad normativa y económica, estas garantías son fundamentales para destrabar inversiones de largo plazo.
Las oportunidades: energía para estabilizar la macroeconomía
Según datos de la Secretaría de Energía, en 2024 la balanza comercial energética alcanzó un superávit de USD 4.300 millones, el mayor en 17 años, gracias al impulso de la producción de crudo y gas en la Cuenca Neuquina. Pero el impacto positivo de los hidrocarburos no termina en la balanza comercial. Un superávit energético sostenido fortalece la posición negociadora de Argentina frente al FMI y otros organismos multilaterales. A su vez, favorece la baja del riesgo país, en la medida en que las exportaciones consistentes mejoran las expectativas de pago de la deuda soberana.
Este ciclo de crecimiento energético también responde a una necesidad del mundo: mientras los países desarrollados avanzan en su transición energética, el gas -especialmente el GNL- gana protagonismo como combustible de transición. La Argentina, con Vaca Muerta, puede posicionarse como proveedor confiable para el hemisferio norte, en particular Europa y Asia.
Desafíos en el camino: precios, infraestructura y geopolítica
Pero no todo es viento a favor. Uno de los principales desafíos actuales es la baja del precio internacional del crudo, que reduce los márgenes de rentabilidad de algunos proyectos y obliga a mejorar la eficiencia operativa. A eso se suma la necesidad de resolver cuellos de botella en infraestructura: el transporte por ductos, las terminales de exportación y las plantas de licuefacción aún no están a la altura del potencial productivo de Vaca Muerta.
En paralelo, la guerra comercial entre Estados Unidos y China reconfigura los flujos globales de energía y materias primas. Esto puede generar tanto oportunidades -por desvíos de demanda- como riesgos -por aumentos en la volatilidad de precios o tensiones geopolíticas que afecten la logística internacional-.
Un activo estratégico para el desarrollo
En conclusión, los hidrocarburos no convencionales, y en particular Vaca Muerta, no son un recurso más: son el activo estratégico que puede permitir a la Argentina crecer, estabilizar su economía, atraer inversiones y recuperar soberanía macroeconómica.
La clave estará en no desperdiciar esta oportunidad, en construir consensos políticos y técnicos que aseguren su desarrollo sustentable, y en conectar esta riqueza con el resto de la economía real.
La continuidad del impacto positivo de Vaca Muerta es posible, resultando una oportunidad concreta para contribuir al desarrollo económico del país.