A la hora de calibrar una decisión de política económica, el decisor tiene la posibilidad de darle un sesgo que puede incidir en los resultados finales. Voluntarismo, audacia y riesgo, por ejemplo, son tres características que traducen un grado de intensidad creciente. Son parecidas, pero están separadas por una línea muy delgada.

El voluntarista confía en que las cosas sucedan tal como fueron diseñadas, como si en el medio no hubiera reacciones que pudiesen alterar las previsiones originales. El audaz es más consciente de que algo puede salir mal, pero prefiere jugarse antes de apelar a una fórmula tradicional. Y el que toma riesgos muchas veces combina voluntarismo y audacia a un punto tal que toda la mezcla se vuelve pura incertidumbre.

Las definiciones que están emanando de los técnicos que asesoran a Alberto Fernández navegan entre estos tres sesgos. El congelamiento de precios aplicado después de forzar un refuerzo salarial es una prueba de voluntarismo extremo. Aumentar jubilaciones, sueldos del Estado y asignaciones, y habilitar crédito sin pensar la forma en que los bancos captarán previamente esos pesos también podrían ser caracterizadas como expresiones de audacia y riesgo.

Pero es probable que los economistas más ortodoxos consideren esto último como un paso en falso, contrario al objetivo de frenar la inercia inflacionaria.}

Los economistas de Alberto proponen un shock de pesos. Los críticos creen que esa descarga será un rayo

Lo que va a haber a partir del 10 de diciembre es un choque de escuelas. Está claro que hay un grupo que cree en este sendero y confía en que generará resultados positivos.

El plan de Alberto no está exento de un mensaje político: demostrar que el sufrimiento causado por el "ajuste de Macri" podía ser cambiado con un simple ejercicio de voluntad política: solo había que dar la orden de "poner plata" en los bolsillos correctos. Los funcionarios que trabajaron y trabajan junto a Macri (al igual que otros tantos economistas y empresarios que vivieron experiencias similares en el pasado) entienden que estas recetas son explosivas. La pregunta entonces es: pueden explotar?

El próximo gobierno cree que la economía es un motor que está parado, y que necesita una descarga de pesos para arrancar. Los críticos advierten que lo que recibirá el motor es un rayo. Ni antes ni ahora hay financiamiento genuino para estas medidas, por lo cual se apelará a la emisión monetaria. La teoría dice que este exceso de moneda, en la medida que no sea absorbido por la sociedad, termina en los precios y desacomoda y vuelve inocuo el congelamiento inicial (algo que sucedió con el plan Austral, por citar un caso).

Así como hubo compras récord de dólares antes de la elección, va a haber ajustes de precios antes del 10 de diciembre, porque los comportamientos defensivos existen pese al voluntarismo. Igual, todo lo que pase en 2019 irá a la cuenta de Macri. La felicidad está por llegar, aunque el bolsillo tenga un agujero.