

A estos tipos...", "son unos llorones": el tono de los insólitos retos del Gobierno de Cambiemos -al que la oposición llama gobierno de los CEOs- a los empresarios que objetan la marcha de la economía fue in crescendo. Sólo falta que el presidente Mauricio Macri imite a Néstor Kirchner cuando llamó públicamente a boicotear a Shell y al día siguiente mandó a sus piqueteros a tomar un par de sus estaciones de servicio. Seguramente hoy no sería contra la Shell, y lo más probable es que eso jamás ocurra.
Pero se instaló, luego de años de silencio empresario durante el kirchnerismo, el mismo debate: cómo debería ser la respuesta comunicacional del empresariado ante un gobierno que ahora, en realidad "es del palo".
Lo más insólito: una encuesta a profesionales de comunicación empresaria realizada por la revista Imagen indica que el 63% ve hoy el perfil público y mediático de las empresas para las que trabajan aun más bajo o igual que durante el kirchnerismo, que las acosaba, no las escuchaba y las usaba para el escarnio público. Dos tercios de esos profesionales juzgan que el perfil del empresariado en el debate político y social de la Argentina es demasiado bajo y solo 22% lo considera "adecuado" a las circunstancias. El 83% considera que sus empresas deben participar activamente en el debate político, y el 60% opina que deben contestarle abiertamente al Gobierno y sus reprimendas públicas.
Aparentemente no les resulta fácil convencer a sus jefes de que se animen a salir al escenario. El Gobierno probablemente esté esperando de esta pelea una importante ganancia en imagen pública, particularmente un mejoramiento de la curva que más lo preocupa: el "gobierna para todos o gobierna para los ricos", que empeoró desde la reforma previsional de diciembre. Los empresarios argentinos, como lo muestra claramente la última encuesta de CIO en Argentina, Chile y Colombia, son mal valorados por la sociedad, así que son un blanco ideal para bajar la curva del "gobierna para los ricos".
Los mismos profesionales (66% de ellos) en otra encuesta de revista Imagen juzgaron que la ostentación de la reciente superfiesta de cumpleaños en Marruecos del empresario farmacéutico Alejandro Roemmers puede afectar seriamente la imagen del empresariado en su conjunto: servido en bandeja para un gobierno que presiona a ese sector para que baje los precios de los medicamentos que vende al Estado.
Pero lo peor es que quizás tanto el Gobierno como los empresarios no se estén dando cuenta de que se necesitan mutuamente y que peleando tienen mucho que perder. Al Gobierno le convendría que las empresas sean mejor valoradas para poder pedirles que salgan al debate público a defender las iniciativas de "reforma permanente" que había presentado el presidente Macri en noviembre y que quedaron en el olvido ante urgencias políticas distintas. Un ejemplo de lo mal que funcionó esa cooperación Gobierno-empresas fue la hoy casi olvidada reforma laboral: el Gobierno explicó públicamente poco y nada; sin embargo los sindicatos, el peronismo, la izquierda y hasta el Papa Francisco salieron con los tapones de punta con los clásicos clichés de quita de derechos y conquistas sociales, explotación, contratos basura, etcétera.
El Gobierno no coordinó con los empresarios -ni estos se ofrecieron voluntariamente-para instalar en la opinión pública los beneficios que tendría para la economía en su conjunto que se levante de una vez el cepo laboral argentino. En materia de comunicación, el Gobierno prefiere manejarse solo, y los empresarios están más felices cuando nadie les pide salir de su tan querido bajo perfil. Quizás el Gobierno tampoco vea la necesidad de acelerar un poco más el gradualismo.
Otro rol que podrían cumplir los empresarios con algo de mejor imagen es ayudar al Gobierno a lograr el "cambio cultural" en un país que a dos años y tres meses del inicio de la presidencia de Macri sigue tan estatista "como desde hace 20 años", según la última encuesta de Analía del Franco.
Es imposible imaginar una política efectiva para reducir el peso del Estado en la economía, si no hay consenso social de que sería bueno que las empresas tomaran el rol protagónico de la economía.













