

El presidente Mauricio Macri no quiere jugarse por la economía y anunciar que la recuperación ya empezó a insinuarse. Es lógico que lo haga, porque los indicadores macroeconómicos mostrarán variaciones interanuales negativas durante varios meses más. Todavía lo castigan con la promesa de que en su primer año de gestión la mejora iba a llegar en el "segundo semestre", con lo cual ahora eligió otra descripción para referirse al presente. Las palabras que comenzó a utilizar el primer mandatario son "ordenada" y "normalidad". Es una versión aggiornada del "estamos mal pero vamos bien" que patentó Carlos Menem en los 90. Su problema es que no son visibles.
Los datos que ilusionan al Gobierno con el fin de la caída son la leve mejora que empiezan a mostrar las cifras de actividad e industria cuando la comparación se hace con el mes previo. El EMAE de diciembre mostró una caída anual de 2,6%, en línea con los pronósticos de casi todos los economistas, pero una suba de 0,7% frente a noviembre. Algo similar sucedió con la industria en enero y todo hace prever que esta tendencia seguirá.
El anuncio de que habrá disponible más financiamiento para pymes trajo algo de alivio entre los empresarios, pero a la vez la pregunta de por qué no se instrumentó antes una medida que tiene un costo fiscal de apenas $ 400 millones. Lo que traduce es que la idea de orden y normalidad económica del macrismo incluye el deseo de que el sector privado cure sus heridas con la menor intervención posible del Estado. Esa lectura también contempla que los aumentos de tarifas no deben ser vistos tanto por su impacto en el bolsillo sino por el sinceramiento de costos que representan, por un lado, y por la baja del déficit fiscal que implican los subsidios. Por eso Macri saluda esta "normalidad". Significa que las bases están mejor, aunque el edificio aún se mueva.














