El decreto que contendrá el Presupuesto 2022 está sometido a una intensa prueba de estrés. El único beneficio que tiene hacerlo en junio (solo debe proyectar seis meses) es también su mayor desafío: acertar con la foto que muestre, porque el tiempo que le queda al Gobierno para hacer que la estimación oficial y la realidad sean congruentes, es menor al que marca el calendario.
Desde que retomó protagonismo público, gracias al empoderamiento que habilitó Alberto Fernández, el ministro Martín Guzmán ha remarcado que ahora hay un programa económico que se está cumpliendo. Sobrellevar las embestidas internas se merece, desde su punto de vista, un voto de confianza. "¿Surgieron dudas sobre tarifas? Ahora ese camino está despejado. Entonces, que las expectativas estén alineadas con lo que venimos haciendo", subrayó el fin de semana.
Lo que le queda comunicar a Guzmán ahora es el nuevo norte. Tanto la meta fiscal como la de inflación pactadas con el FMI deben ser recalibradas. Y diseñar un plan de gestión que "cierre" será la llave que definirá si el programa puede ser considerado creíble o no.
Las subas de tarifas que resolvió aplicar el Gobierno son consideradas moderadas. Así fueron pensadas, para no agrandar aún más la grieta, ya que el kirchnerismo opina que aunque el aumento sea inferior a la inflación, igual erosionará los ingresos de la clase media, y eso debilitará a la economía. El propio Guzmán reconoció que, como resultado de esa decisión, la baja de los subsidios a la energía será más lenta que la pactada con el FMI. Un dato que puede usar a su favor es que el precio del petróleo y del gas no deja de aumentar por la continuidad del conflicto en Ucrania, con lo cual tiene un argumento servido para hacer más gradual el traslado de ese costo a los usuarios argentinos. Aunque el justificativo se acepte, apelar a combustibles importados (gas, GNL, gasoil) no deja de ser una complicación, porque hay que tener los dólares para pagarlos y los pesos para que el Estado subsidie la diferencia de precios.
Por eso es clave la foto que muestre el Presupuesto 2022, que hoy corre entre planillas de Excel y escenarios de todo tipo, internos y externos. La política le va a pedir a Guzmán que consiga una baja de la inflación. Pero si la meta fiscal no luce muy financiable por el mercado, resultará difícil prescindir del prestamista de última instancia, más allá de que al FMI se le prometa algo distinto. Para los inversores hace falta algo más que un discurso creíble para sostener expectativas. Más emisión implica más deuda del BCRA. Y más Letras del Tesoro representan un mayor gasto financiero a futuro, que solo enreda más el problema.
Negociar en simultáneo puertas adentro y puertas afuera (hay que convencer al gabinete y al Fondo) solo le agrega dramatismo. Mandará la política. Pero sobre los números que defina, no habrá mucho margen para hacer reclamos.