

Pese a que la Política Exterior no ha estado entre las prioridades de la campaña presidencial y que salvo pequeñas menciones por parte del Ingeniero Mauricio Macri durante el debate televiso del día 15 de noviembre (AMIA y Venezuela) no hubo referencias a esta importante cuestión, el gobierno nacional a través del Ministro de Relaciones Exteriores parece haber despertado de su letargo y comenzado a nombrar nuevos embajadores en sedes diplomáticas argentinas en el exterior.
Estas designaciones (ocho en las últimas dos semanas) no tendrían otra particularidad que su exagerada cantidad pero llama la atención que se realizan a menos de un mes que se produzca un cambio de gobierno, un cambio de gobierno que se parece más a un cambio de un "Régimen" que a un simple traspaso de una administración a otra.
Durante estos últimos 12 años y medio la política exterior fue manejada en forma absolutamente discrecional, autónoma y unipersonal, especialmente, durante los dos períodos que la Señora de Kirchner ejerció la Jefatura del Estado y fundamentalmente desde el nombramiento del señor Timerman como Canciller.
Cualquier decisión en materia de política exterior, de la administración del Servicio Exterior de la Nación o del personal administrativo o contratado del Ministerio de Relaciones Exteriores estuvo en estos años decidida y ejecutada por esas dos personas sin intermediarios. Por su parte los temas de política comercial estuvieron en manos de la agrupación La Cámpora, es decir de la Señora, el Señor Costa y el Señor Bianco, con la ineludible supervisión del Ministro Kiciloff y el visto bueno, siempre positivo en estos casos, de la señora Presidenta.
Es decir el personal diplomático estuvo absolutamente ausente de decisiones que eran y son de su responsabilidad, que pertenecen al Estado y no son resorte exclusivo de los gobiernos.
Sabemos que esta distinción entre gobierno y Estado ha permanecido ausente estos años por lo que no puede resultar sorprendente que a días de dejar sus cargos en el poder Ejecutivo se produzcan estas designaciones de embajadores en el exterior.
Esta "rareza" difícil de explicar responde, sin lugar a dudas a la manera elegida de desempeñar el poder por quienes hoy están en las vísperas de su despedida: "L Etat c est Moi", como Luis XIV.
El desprecio a las formas elementales de la diplomacia, por ejemplo la Presidente se negó a recibir las Cartas Credenciales de los embajadores extranjeros como lo hacen TODOS los Jefes de Estado que habiendo delegado esa tarea en el inefable Vicepresidente Boudou.
Hubo tardanzas inexplicables (Michelle Bachelet, Reunión Mercosur en Asunción, etc), desprecio a las normas de convivencia que no se cumplieron sin motivo alguno (no sacarse fotos con los demás dignatarios en Naciones Unidas, no asistir a la cena que tradicionalmente brinda como huésped el Presidente de los Estados Unidos, etc etc) Es decir todo un sainete de malos entendidos y de posiciones que llamaron la atención en el exterior, como la del Ministro al portar alicates para abrir paquetes pertenecientes a otras naciones, el ir a visitar al Santo Padre con regalos de fotos y banderines de La Cámpora o brindar discursos fuera de contexto, como el efectuado en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cuando se discutía sobre terrorismo, precisamente, dando a entender, delante del Presidente Obama, y de los otros 14 Representantes de los Estados Miembros, que la Jefa de Estado argentina podía ser atacada y si ello ocurría habría que mirar hacia "el norte". Es decir gafes inexplicables y que aunque algunos de ellos sean de forma, tienen su costo político.
Por todo esto y mucho más, que por razones de extensión no se mencionan aquí, el nombramiento de estos nuevos embajadores argentinos, muchos de ellos con plena capacidad para ejercer sus nuevas funciones, no puede sorprender a una ciudadanía que por razones obvias no pudo conocer los desaguisados diplomáticos que se ejecutaron.
Una administración que llegando a su fin parece querer vociferar que hace lo que quiere cuando quiere y con quien quiere y que el mundo debió entender que aquí en la Argentina hubo una revolución imaginaria.
Por eso, este nombramiento de profesionales diplomáticos a días de desaparecer del poder no puede sorprender ni llamarnos la atención, el daño a la Cancillería y al Servicio Exterior de la Nación ya fue efectuado, tendrá sus costos y quedará como constancia de una administración que será recordada, no precisamente por sus aciertos.










