Fue durante los años noventa, en los que la incorporación de figuras populares a la política, de la música o del deporte y en menor medida del campo intelectual, se hizo moneda corriente. Entonces, estas novedades eran administradas por el mismo sistema que la gobernaba. El peronismo, liderado por Carlos Menem, obtuvo importantes éxitos electorales en Tucumán y Santa Fe, con el reconocido cantante Palito Ortega y el expiloto de Fórmula 1, Carlos Reutemann. El más contemporáneo Daniel Scioli, es también un producto de aquellos tiempos Eran outsiders, pero que se incorporaban guiados por los sherpas que indicaban los mejores caminos y donde no se debía pisar para alcanzar el éxito electoral. Al fin y al cabo, por eso eran buscados. No traían una agenda propia sino que se sumaban a un proceso político en curso que los necesitaba para dotarse de legitimidad. Estas figuras ocupaban lugares relevantes pero no conducían el proceso político, que permanecía así en las manos de los viejos expertos. Treinta años han pasado desde aquellos tiempos. La Argentina y el mundo han cambiado sustancialmente. Hemos asistido, y estamos aun asistiendo, a una revolución tecnológica que afecta todos los campos de nuestra sociedad y del desarrollo humano, especialmente la organización económica, política y las comunicaciones. Solemos decir que la política ha cambiado, que ya no es lo que era. Muchas veces le adjudicamos responsabilidad a los políticos sobre nuestra distancia respecto a ellos y cargamos una mirada crítica sobre su performance. Es cierto, la política se demuestra cada vez más improductiva, lejana a las preocupaciones de la gente y más lejos aún de atenderlas y resolverlas. Sin embargo, es difícil definir cuánto de todo ello es su responsabilidad (claro que una parte grande les cabe) y cuanto tiene que ver con las dificultades propias de gobernar con herramientas (me refiero al estado y sus diferentes agencias) que han perdido potencia y capacidad para resolver viejos y nuevos problemas. Al mismo tiempo, los ciudadanos viven inmersos en la contradicción de sentirse empoderados por un mundo que les aparece 'virtualmente' en la palma de su mano lleno de oportunidades y una realidad que se muestra asfixiante y frustrante en la mayoría de los casos. Es legítimo como individuo en ese contexto preguntarse si la salida es individual o colectiva. Si la respuesta espontánea es la primera opción, la política arranca perdiendo. Las identidades comienzan a debilitarse, los lazos de solidaridad desaparecen, el otro pasa de ser considerado un adversario a la condición de enemigo y se acentúan los efectos caja de resonancia. Escucho y me comunico exclusivamente con aquellos que piensan y son parecidos a mi. Las viejas identidades políticas son una de las principales víctimas de este proceso de individualización y de revalorización de la idea de libertad. Es cierto que hay países en las que pierden relevancia antes que en otros, así como es cierto que hay países en los cuales los partidos tradicionales han prácticamente dejado de existir. Lo importante es que estas circunstancias habilitan la emergencia de nuevos liderazgos políticos. Estos suelen expresar el enojo de los electores con la dirigencia política tradicional. En muchos casos, irrumpen sobre los viejos partidos desplazando o poniendo en tensión a las tradicionales oligarquías partidarias. En otros, son políticos de larga data pero que ocuparon lugares de menor relevancia, cuyas ideas empiezan a sintonizar con el clima de época creciendo exponencialmente su popularidad. En otros casos, los liderazgos emergen por su nivel de exposición pública, presencia en redes sociales y en programas de televisión, arrancando como líderes de opinión para luego pasar a la política. Javier Milei, sin duda un claro ejemplo de estos últimos casos, irrumpe en la escena electoral en el año 2021 con una candidatura a diputado nacional que alcanzó aproximadamente un quince por ciento en la ciudad de Buenos Aires en el marco de un partido político totalmente nuevo, La Libertad Avanza. Pero inmediatamente lanzó su candidatura presidencial y desde allí no paro de crecer en las encuestas, alcanzando en el mes de mayo alrededor de veinticinco puntos de intención de voto. No sólo creció en las encuestas, se apoderó además de la conversación pública. A tal nivel llegó su relevancia, que tanto Mauricio Macri como Cristina Kirchner en sus apariciones públicas lo han incluido como potencial participante en una hipotética segunda vuelta. El principal desafío de Milei consiste en institucionalizar su fuerza política y en desarrollar una estrategia electoral, todo ello sin perder el atractivo antisistema que tanto seduce, por ejemplo, a los jóvenes. Si nos dejamos llevar por lo que hemos podido ver hasta el momento parece lleno de dificultades en la resolución de estas cuestiones. A la acumulación de muy malos resultados en las elecciones provinciales, se suman los escándalos en el armado de listas en diferentes distritos que ponen en cuestionamiento su esencia, al repetir prácticas políticas que La Libertad Avanza sostiene que viene a erradicar. Estos tropiezos han tenido un impacto en su performance en las encuestas que ha generado un manto de dudas sobre el escenario de tres tercios. Sin embargo, también es cierto que los climas en la opinión pública no se modifican al ritmo y a la velocidad que se discute en los medios de comunicación. Es probable que en estos momentos estemos en una etapa de un escenario de tres tercios atenuado. Esto se traduce en que, ya entrados en la campaña electoral, las dos principales coaliciones (Juntos por el Cambio y Unión por la Patria) se encuentran consolidando sus tercios y la fuerza de Milei cayendo por debajo de su pico de 25 alcanzado en el mes de mayo. De esta forma es lógico suponer que, sumados a los indecisos de siempre, sean los potenciales votantes de Milei quienes terminarán definiendo el escenario. Dado que es difícil encasillar a quienes han expresado preferencias por La Libertad Avanza de las identidades políticas tradicionales, los probabilidades van desde la confirmación de su voto al propio Milei a elegir finalmente otras opciones políticas o, no descartemos, abstenerse de concurrir a votar, al menos en esta primera fase del proceso electoral. El peso de esta tercera fuerza puede ser clave, tanto para definir el resultado en provincia de Buenos Aires, al dividir voto opositor, como la forma en que impacta en la primaria de JxC y hasta las chances diferenciales que tiene Sergio Massa de acuerdo a con quien le puede eventualmente tocar enfrentar en un balotaje en caso de llegar a segunda vuelta. Como siempre, el escenario está abierto, aún faltando poco más de treinta días.