La batalla contra la inflación tiene un nuevo capítulo: enero. Si bien los números no son oficiales, los analistas y consultoras privadas calculan que el primer mes del año terminó con una variación cercana al 2,7%, un número alto pero que tiene aliciente. Si el número se anualiza, la inflación estará por encima de lo que proyectó el Gobierno pero por debajo de 2018.

Los otros números de enero tienen que ver con la tasa y el dólar. Hay que dividir este escenario en dos partes. Por el lado de la tasa, la noticia es buena. De hecho, está bajando. Lo malo es que todavía se está lejos de tener tasas que puedan marcar una reactivación de la economía y en el mismo orden de las pequeñas y medianas empresas. El dólar en cambio es bueno políticamente y es una pequeña luz amarilla para la macroeconomía.

Con un dólar calmo el presidente Mauricio Macri puede seguir enfocando su campaña de reelección como lo viene haciendo. Es decir, con la mira puesta en la seguridad y la Justicia. El Gobierno sabe que nunca un oficialismo logró ser reelecto con un dólar desmadrado. Incluso si el dólar sube de golpe al techo de la banda de flotación, el humor social le puede jugar una mala pasada a la estrategia de la Casa Rosada.

El dólar que no es político, en cambio, actúa en silencio. Un silencio que no necesariamente es bueno. Si los aumentos de precios comienzan a carcomer la competitividad lograda por la devaluación también es un problema en el mediano largo plazo.

Por ahora, en el Gobierno estiman que el tipo de cambio está lejos de representar un problema. Es más, se festeja que la balanza comercial se dio vuelta y también que hay más turistas que traen dólares que argentinos que se los llevan.

En el último día del mes arrancó con una clara tendencia bajista. Tanto cedió el precio que perforó la barrera de los $ 37, pero la baja de la tasa de las Leliq (la mayor baja desde el 14 de noviembre) volvió la demanda sobre los dólares. En el mes el Banco Central compró u$s 560 millones.