No voy a ser ministro de Economía porque no quiero ser ministro de Economía, y no quiero ser ministro de Economía porque no me gusta el trabajo de ministro de Economía", dice muy seguro de sí mismo Miguel Bein, el consultor que figura en todas las listas de candidatos a ocupar ese cargo si Daniel Scioli asume la presidencia el próximo 10 de diciembre. Explica que lo que le gusta es pensar y actuar la política económica, o cuestiones tales como el desarrollo de una estrategia exportadora, pero no los asuntos que más tiempo le insumen a un ministro, que es atender, discutir y negociar con empresarios, con cámaras, con gobernadores y con sindicalistas. "Encima, perdés la privacidad y muchos te insultan".


Bein no puede disimular el goce que le provoca ser una de las personas que más influye en el candidato del oficialismo, aportando alguna de las ideas fuerza que fueron eje de la campaña; por ejemplo, la idea de conectar la llamada década ganada de crecimiento basado en el consumo, con la nueva agenda que plantea el desarrollo basado en la inversión. Una sutil manera de marcar diferencias con el kirchnerismo.


También participa, junto a Rafael Perelmiter, Mario Blejer, Silvina Batakis y algunos otros funcionarios del ejecutivo provincial del bosquejo de una nueva política económica. En ese ámbito no sólo se analizan medidas, sino también la manera de aplicarlas. El timing es un ingrediente político muy sensible. Con esa óptica, y aunque a primera vista resulta un contrasentido, hay un par de problemas macroeconómicos que heredarían que son vistos como una fuente para dar buenas noticias. Un caso es el llamado cepo. "Si conseguimos atenuar la escasez de dólares, vamos a poder ir haciendo sucesivos anuncios de flexibilización del cepo: un poco para la importación, otro para el giro de utilidades, algo para el dólar ahorro, otro poco para importación, etc. etc., y eso es una seguidilla de buenas noticias".


Claro que para eso van a tener que conseguir dólares, y la vía inmediata que vislumbran es la colocación de deuda, que están confiados en poder concretar en un mundo que, a pesar de todo, creen que sigue teniendo abundante liquidez. Y en esta cuestión, nuevamente, consideran que lo negativo de hoy les permitirá anuncios positivos cuando sean gobierno: "Si ahora tomar deuda cuesta 9 o 10%, si lo hacemos al 7 será visto como una buena noticia, y si después lo bajamos al 6 mucho mejor aún". Y saben que para eso deberán llegar al mejor acuerdo posible con los fondos buitres.


Ya se conoce que el problema de competitividad lo piensan atacar principalmente con herramientas fiscales, bajando retenciones y, en caso de que den las cuentas, con reintegros a la exportación. El tamaño de esa devaluación fiscal dependerá de lo que puedan cubrir mediante el recorte de subsidios implícito en el aumento a las tarifas de electricidad. "Si cortamos los subsidios a la mitad ahorramos $ 50.000 millones anuales, que alcanzan para compensar la eliminación de todas las retenciones excepto a la soja y derivados, que tendrían sólo alguna rebaja. Y si tuviéramos 10.000 millones más hasta podríamos aumentar los reintegros".


Bein no necesita recurrir a la serie sobre la evolución del tipo de cambio real incluida en el informe que distribuye entre los clientes de su consultora, para demostrar que hay atraso cambiario. Le basta contar que en su campo donde siembra trigo los números no le cierran. "Si en la Argentina el trigo no es rentable, no hay mucho más que discutir".


La mejora en la rentabilidad de la producción transable internacionalmente no está pensada para impulsar las ventas al exterior, sino para darles algo de aire a los exportadores. "En el mundo de hoy no se ganan mercados con más tipo de cambio", dice. Tampoco cree que la mejora en la rentabilidad de los insumos de los bienes de consumo popular sea inflacionaria: explica, por ejemplo, que el trigo incide muy poquito en el precio final del pan.
Así como el llamado cepo y la alta tasa de interés que actualmente pagan los bonos argentinos les permitiría ir dando buenas noticias a medida que la situación mejora, la lógica del timing con las tarifas es bien distinta. Si bien los economistas de Scioli están convencidos de la injusticia que significa que parte importante de esos subsidios vayan a parar a bolsillos de personas que no lo necesitan (les regalamos la luz a mucha gente que compra dólar-ahorro), son concientes de que los aumentos tarifarios tienen costo político. Por lo que dudan si en este tema lo conveniente es el gradualismo o el shock. "Si corregimos las tarifas de a poco tendríamos un montón de tapas de diario negativas. Tal vez, hay que evaluarlo con mucho cuidado, convenga hacerlo de golpe y soportar las quejas una sola vez". Recuerdan que cuando Mauricio Macri se hizo cargo del subte y aumento el pasaje 130%, no hubo demasiada protesta.


Este bosquejo de Sciolinomics incluye tres reglas sagradas para la gestión macroeconómica. Mantener la tasa de interés por encima de la inflación para incentivar la pesificación, el gasto público aumentando pero menos que los ingresos, y no utilizar el tipo de cambio como ancla de precios; por el contrario, no se descarta alguna moderada devaluación inicial.


Respetando esas reglas y con un acuerdo social bien articulado, confían en poder domar la inflación en un plazo razonable. El candidato, que sólo está al tanto del trazo muy grueso de estos lineamientos y que de economía sólo ha dicho generalidades sin mayor detalle, ha dado, en cambio, claras señales de que si resulta electo va a funcionar con un gabinete numeroso a la brasileña y con un ministerio de Economía desdoblado y sin Bein a la cabeza.