

En reiteradas oportunidades en las últimas décadas, desde diversos sectores políticos y organizaciones representativas de la sociedad civil, se han reclamado "políticas de Estado".
Desconozco si existe una definición del concepto "política de Estado", pero podría decirse que es aquella que concita el apoyo de un amplio espectro de la sociedad.
Dado que nuestra Constitución, cuando se refiere a la necesidad de mayorías especiales establece los dos tercios como umbral de aprobación, podríamos suponer que en Argentina una "política de Estado" es aquella que logra dicho apoyo en la población a través de sus representantes en el Congreso.
La historia política argentina es una muestra cabal de la grave dificultad de nuestra sociedad para acordar dichas "políticas de Estado". Antes bien, nos hemos caracterizado por el triunfo de las antinomias, la descalificación del adversario, la apropiación de "la Patria" por algún sector de la sociedad y la aplicación de políticas que no lograban sobrevivir al Gobierno que las adoptó pues eran cambiadas por otras muy diferentes por el Gobierno siguiente.
Esa Argentina, la que privilegió el desencuentro, no funcionó.
Lamentablemente muchas veces las políticas surgían de un peligroso acercamiento a la lógica amigo-enemigo; a la lógica del enfrentamiento. También a la urgencia por resolver el hoy, sin pensar si esa solución podría sostenerse en el tiempo.
La dictadura cívico-militar iniciada en marzo de 1976 fue el extremo horroroso y sangriento del desencuentro y el enfrentamiento entre argentinos.
¿Qué es la política exterior?
La política exterior es la herramienta que nos vincula al mundo procurando aprovechar al máximo las posibilidades que éste nos brinda para que todos los sectores de nuestra sociedad puedan extraer los mayores beneficios de nuestra inserción internacional, al tiempo que la Nación en su conjunto procura garantizar condiciones de seguridad y equidad para que los resultados de dicha inserción redunden en beneficio de la amplia mayoría de la población.
Los principales temas de nuestra política exterior deberían ser "políticas de Estado" debidamente discutidas, negociadas y acordadas con el liderazgo del Gobierno y la activa participación del Congreso, los partidos políticos y también las organizaciones de la sociedad civil. El liderazgo del Gobierno es indispensable para arribar a los consensos necesarios que permitan definir dichas "políticas de Estado".
La inserción económica internacional de la Argentina que reconoce en el Mercosur y la integración regional un pilar fundamental de nuestra vinculación exterior, es una de las pocas "políticas de Estado" que hemos logrado acordar en el ámbito de la política exterior.
Pero es necesario que los principales temas de nuestra vinculación con el mundo sean "políticas de Estado". La política exterior será así la síntesis de los acuerdos que los diversos sectores alcancen para su relación con el exterior. Es un proceso trabajoso, tal vez lento, pero a la postre el único que garantizará su sustentabilidad en el tiempo y en consecuencia mejorará sus posibilidades de éxito.
Debemos ser conscientes que a través de la política exterior es la sociedad toda que se vincula con el mundo. En especial las empresas, sus trabajadores, las diversas regiones y sus múltiples sectores económicos así como la comunidad educativa y científica-tecnológica. Es a ellos a quienes el Gobierno y el Congreso deben consultar en la elaboración de "políticas de Estado".
Las grandes líneas de la política exterior no pueden quedar solamente libradas a las preferencias ideológicas del Gobierno de turno. Las principales vinculaciones, compromisos y alianzas del país en el mundo no pueden depender únicamente de quien ocupe la Casa Rosada y el Palacio San Martín.
Estas "políticas de Estado" definirán "amplios espacios" para que Argentina circule por el mundo. Luego corresponderá a cada Gobierno regular la "velocidad", el "carril" y las "paradas" necesarias, para que dicha circulación esté de acuerdo con las variaciones coyunturales de la situación internacional y con la orientación del Gobierno electo. Las "políticas de Estado" no irán en detrimento del mandato de las urnas que cada gobierno reciba, simplemente evitarán los giros de 180 grados en los principales aspectos de la política exterior.
El hecho de ser una "política de Estado" es lo que convierte a una determinada orientación de la política exterior en sustentable a través del tiempo. Se reduce la posibilidad de cambios de rumbo súbitos y en consecuencia dejaremos de tener un comportamiento errático a lo largo del tiempo. Es indispensable contar con las mismas para que nuestro país tenga credibilidad internacional. Esa credibilidad surge de la percepción por parte de los otros países que no habrá sorpresas en nuestro accionar exterior. Ser predecible en el ámbito internacional es un activo intangible pero muy preciado.
Debemos por sobre todo, pensar la política exterior como una construcción de la sociedad en su conjunto. Por supuesto que los especialistas y estudiosos del tema, la Cancillería especialmente, tendrán un rol decisivo a la hora de proveer las herramientas técnicas más aptas para cada necesidad y situación.
Las vinculaciones claves del país con el exterior, el tipo de relación que tendremos con los países y regiones más significativos para la Argentina, los aspectos geo- estratégicos más delicados y sin duda la cuestión de las Islas Malvinas, deben ser parte central de las "políticas de Estado". Luego será tarea de cada Gobierno en el marco de dichas políticas de Estado, ejecutar la política exterior con todos sus detalles, proveer la necesaria adecuación coyuntural, así como las precisiones y flexibilidad que la velocidad y complejidad de los acontecimientos internacionales requieran y que la propia orientación del Gobierno indiquen.
Nuestra Constitución además de otorgar rango constitucional a las principales Declaraciones y Convenios de Derechos Humanos a los que nuestro país adhirió, establece que los tratados tienen jerarquía superior a las leyes, por lo cual es doblemente importante procurar que los principales tratados que obligan al país sean "políticas de Estado".
Si avanzáramos por este camino, sería una señal contundente que los argentinos estamos eligiendo el acuerdo antes que la antinomia, la convergencia antes que el sectarismo, en definitiva las "políticas de Estado" para orientar los principales aspectos de nuestra política exterior.













