

Tres muy resumidas conclusiones de la crucial Cumbre Mundial del Clima (COP21) que la semana pasada comenzó en París:
1) A nuestro país no le importa el futuro. Mientras más de 180 presidentes y jefes de Estado estuvieron en París, (entre ellos Barack Obama, Vladimir Putin, Hollande, Rajoy, Angela Merkel, Dilma Rousseff, Enrique Peña Nieto, Michelle Bachelet, Evo Morales y Rafael Correa) y coincidieron en declarar a la Cumbre como uno de los encuentros diplomáticos más importantes de la historia, nuestra delegación estuvo representada por Amado Boudou, tal vez el mayor símbolo de la corrupción del ciclo kirchnerista. Desde hace tres años que el Vicepresidente permanece (por decisión de su propio gobierno) escondido de la escena y relegado a meras cuestiones protocolares. Su presencia en París (con un discurso de menos de cinco minutos) fue un claro mensaje y una ofensa innecesaria a todos los profesionales que trabajan para encontrar soluciones al cambio climático.
2) ¿Por qué COP21 es de vital urgencia e importancia? Por varios motivos:
n Se define el futuro del Planeta, nada menos. Saldrá de allí un nuevo acuerdo de reducción de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, que reemplace al tratado de Kioto de 1997 y que entrará en vigencia en 2020. La emisión de gases produce el calentamiento global. El objetivo principal del nuevo protocolo es que el calentamiento no supere los 2o C al final de este siglo, en 2100. Si continúa el nivel de emisión actual, las consecuencias climáticas serán catastróficas para nuestra supervivencia.
n El protocolo de Kioto de 1997 logró reducir un 22% la emisión de gases, pero el compromiso fue suscrito apenas por 37 países (la mayoría europeos), entre los cuales no estaban ni China ni Estados Unidos, los dos países que más gases emiten a la atmósfera (el 45% entre ambos). Por eso las emisiones globales siguieron aumentando: se estima que un 25% desde el 2000 a hoy, alcanzando niveles históricos. Para 2020, el volumen de emisiones de gases por año habrá duplicado al de 1970. Pero, a diferencia de otras Cumbres anteriores, en París tanto China como los EE.UU. reconocieron su responsabilidad en el tema y se comprometieron a buscar (y financiar) soluciones. Es un gran avance.
n Financiación. El cambio radical en los métodos de producción tiene un alto costo económico. Sale caro. Se necesitan u$s 1000 millones anuales para financiar los objetivos propuestos en París, para lo cual se creará el fondo verde. En París se discutió, también, qué países pagarán y cuánto. Esto es clave para los que están en vías desarrollo (como el nuestro y otros de la región) porque el pago de la cuota no debe interferir en el crecimiento.
3) Por último, el ninguneo local no fue solo del gobierno de Cristina Kirchner, ya en retirada de la gestión, sino también del nuevo presidente Mauricio Macri. Ningún funcionario que asumirá este jueves 10 de diciembre estuvo en París con la delegación argentina ni tampoco se pronunciaron sobre el tema. Más allá de las promesas de campaña, se desconoce cuál será la postura medioambiental que tendrá el nuevo ministro de Medio Ambiente, el Rabino Sergio Bergman, quien por las dudas, ya aclaró que no tenía conocimientos técnicos para el cargo. Un papelón.
Los principales diarios del mundo pusieron a la Cumbre en sus tapas y realizaron una amplia cobertura con enviados a París y columnas de especialistas en el tema. El lunes pasado, El País de Madrid publicó un suplemento especial de 16 páginas. La radio y la TV internacional también dedicaron varias horas a la cuestión. Pero aquí la repercusión mediática fue de escasa a nula.
El futuro del planeta se discute en París. Algún día deberemos preguntarnos seriamente por qué motivos a la sociedad argentina nos cuesta tanto dejar de mirarnos el ombligo y nos interesa tan poco lo que ocurre en el resto del mundo.










