Afortunadamente, hay una enorme cantidad de argentinos que ayer pudieron disfrutar de la victoria de Juan Martín Del Potro y de la primera medalla olímpica que el tenista consiguió para la Argentina. Pero basta detenerse en algunas discusiones que trascendieron lo deportivo y cuyo registro más elocuente se puede observar en las redes sociales para entender hasta dónde ha llegado el grado de confrontación política en nuestro país adolescente.


Oriundo de Tandil y de padres ligados a la actividad agropecuaria, Del Potro prefirió no visitar a la Presidenta en 2008, en plena pelea entre el Gobierno y el campo, luego de ganar el abierto de EE.UU. Aquella decisión le valió el mote de anti kirchnerista y se lo comparó con el otro gran tenista argentino, David Nalbandian, que participó en varias publicidades institucionales con auspicio oficial.


Hoy, a cuatro años de todo aquello, hay muchos argentinos (incluyendo a importantes dirigentes del poder) que prefieren anclarse en el pasado y observar un suceso deportivo como el gran triunfo de Del Potro a través del cristal de la confrontación. Eligen dividir a disfrutar. Y vuelven a sembrar la semilla de una enfermedad tan presente en las grandes equivocaciones de nuestro pasado como en los alarmantes síntomas de nuestro futuro.