Bolivia, otra grieta oportuna para demorar la transición

El quiebre institucional boliviano fue excusa para que Macri y Alberto cortaran el diálogo. El relato por "la herencia" asoma detrás

El golpe de Estado en Bolivia, que terminó con la renuncia de su presidente Evo Morales, fue la excusa que encontraron Alberto Fernández y Mauricio Macri para seguir alimentando la grieta. En lugar de conversar civilizadamente para consensuar una postura común, los gobiernos saliente y entrante prefirieron enredarse en una discusión retórica de corto plazo y con magros réditos, si es que los hay, para ambos.

Por capricho ideológico o vaya a saber qué, Macri eligió no llamar a las cosas por su nombre evitando usar el término "golpe de estado", aún a riesgo de abrir una interna en su propia coalición con la UCR (que rápidamente se despegó de la posición oficial). Alberto, claro está, se aprovechó de esa torpeza para exponer al actual mandatario y ubicarlo del lado de los "malos", o sea, de aquellos que por acción u omisión salieron a avalar el quiebre institucional boliviano.

Otra vez, cuándo no, se impuso la lógica binaria amigo-enemigo que el kirchnerismo usó hasta el hartazgo mientras gobernó la Argentina y de la que Macri usufructuó con creces ajustándola a su conveniencia.

Pero tampoco es casual que Macri y Alberto se hayan dejado llevar por una discusión inconducente en pleno proceso de traspaso del poder y el diálogo permanezca ahora prácticamente cortado. Por lo pronto, esa "interrupción" les permite a cada uno seguir atendiendo su propio juego. Así, la transición "ordenada" que auspiciosamente había empezado a esbozarse y prometía reuniones técnicas entre los equipos del gobierno saliente y entrante quedó en una suerte de limbo.

Si el objetivo de Macri era exhibir un gesto opuesto al de su antecesora Cristina KIrchner y mostrar que es posible una transición no traumática como la que él sufrió en carne propia, en la última semana pareció desandar sus propios pasos.

Lo mismo Alberto, que supuestamente también pareció inclinarse de arranque por favorecer una transición ordenada que facilitara la toma del poder, pero que al final quedó a mitad de camino.

Es atendible que Fernández no quiera tomar el riesgo de aparecer cogobernando con Macri, y más aún que no esté dispuesto a compartir los costos de medidas como las que el todavía presidente adoptó apenas perdió la elección, autorizando aumentos en combustibles, prepagas y telefonía celular, que se sumaron a fuertes remarcaciones en los alimentos.

Pero quizá hubiera alcanzado con que Alberto aclarara, de hecho lo hizo el viernes pasado pero de manera muy tibia, que él no prestó su aval a esas antipáticas decisiones. Mientras, el diálogo en esta etapa institucional clave bien podría haber seguido su curso. Sin embargo, al menos que se sepa, hasta ahora ese diálogo no pasó de charlas informales de Santiago Cafiero con algunos ministros macristas, según contó el propio Fernández.

En el trasfondo de esta interrupción en el proceso del traspaso asoma también la pelea por el "relato de la herencia" que se buscará imponer a partir del 10 de diciembre. Por lo pronto, Macri ya se ocupó de dejar por escrito un "balance de gestión", tratando de disfrazar su fracaso económico. Alberto, claro, no está dispuesto a dejarlo pasar. "Paren con la mentira", lanzó, apenas se conoció el informe que el actual Presidente le encargó a Marcos Peña y Hernán Lacunza para endulzar el relato M.

Al final, como siempre, será la realidad la que termine por imponerse. Macri deja un duro lastre económico y un tendal de nuevos pobres a su antecesor que difícilmente pueda disfrazarse con estrategias de marketing. Y Alberto tampoco tiene margen para culpar de todos los males a la "pesada herencia" que recibe y deberá acertar con las medidas que adopte para empezar a resolver los problemas económicos y sociales que la Argentina acumula.

Temas relacionados
Más noticias de Bolivia
Noticias de tu interés