

Tropicana confirmó su salida de los puntos de venta en Colombia tras declarar la quiebra por la caída de ventas. Lo que fue un producto casi omnipresente en supermercados y tiendas ahora aparece sistemáticamente agotado en catálogos y estantes.
El fenómeno no responde a una sola razón. Afectaciones climáticas en zonas productoras, plagas que debilitan cultivos y la caída sostenida en ventas forman un cóctel que expone la vulnerabilidad de las cadenas de suministro y la presión sobre los márgenes de las empresas alimentarias.

Un legado que enfrenta la realidad comercial
La marca, creada a mediados del siglo XX, llegó a ser sinónimo de jugo de naranja de calidad. Sin embargo, en los últimos años su desempeño económico mostró signos de desgaste: disminución de ingresos y menores utilidades, lo que obligó a los propietarios a inyectar recursos de emergencia.
Esa ayuda financiera no fue suficiente. La combinación de fenómenos meteorológicos extremos en las zonas productoras y enfermedades que afectaron los naranjales redujo la disponibilidad de materia prima y elevó los costos de producción, dificultando la reposición de inventario en los distribuidores.
Cambios en la demanda y en los hábitos del consumidor
Los consumidores han moderado el consumo de bebidas con azúcares añadidos y explorado alternativas como tés, aguas saborizadas y bebidas funcionales. La respuesta de la marca (una línea sin azúcar) llegó tarde y no logró revertir la pérdida de preferencia.

Además, la competencia de marcas locales y nuevas propuestas de menor precio o con posicionamiento saludable aceleró la reducción de la cuota de mercado de productos tradicionales.
¿Qué significa para el mercado colombiano?
La ausencia de Tropicana en cadenas y plataformas digitales ilustra cómo una firma global puede desaparecer temporalmente de una plaza por problemas combinados de oferta y demanda. Para los consumidores, el impacto se nota en menor disponibilidad de su referencia histórica.
Para la industria, es una llamada de atención: adaptarse a la transformación del consumo y reforzar la resiliencia de las cadenas productivas será clave para evitar futuras discontinuidades en el suministro.











