Historias de marcas

El verdadero significado detrás del nombre de los caramelos Billiken: ¿traen suerte?

Es tocaya de una revista infantil, pero no tienen al mismo dueño. Su nombre está vinculado a una figura mitológica de más de 120 años.

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Caramelos, gomitas, pastillas y ahora también turrones. Para muchos esta marca representa una parte de la infancia, con sus múltiples sabores y variedades de golosinas. Si bien comparte nombre con una conocida revista para niños, Billiken ganó peso propio en los kioscos. A lo largo de los años pasó por varios dueños, pero en 2018 volvió a manos argentinas.

¿Por qué una marca de golosinas y una revista infantil comparten nombre? Nunca compartieron dueño e incluso la publicación le lleva varias décadas de antigüedad a la etiqueta dulce. Sin embargo, eligieron este nombre para salir al mercado y el origen de "Billiken" tiene más de 120 años.

¿Qué significa "Billiken"?

En 1896 el poeta canadiense Bliss Carman incluyó esta palabra en una de sus creaciones. La misma fue tomada por la ilustradora Florence Pretz para darle nombre a una figura que ella misma había inventado. Se trataba de una criatura mítica de la buena suerte que representaba "las cosas como deberían ser".

Luego, Pretz le vendió la patente del Billiken a la Billiken Company, de Chicago. Se desconoce si la empresa tomó el nombre a partir de esta figura o si ya se llamaba así. Pero la firma popularizó a este ser y pronto su imagen aparecía en muñecos, dulces, monedas, pines, hebillas y hasta ornamentos. Incluso la Universidad de St. Louis lo adoptó como su mascota oficial.

El origen del caramelo

La historia de Billiken como golosina en la Argentina comienza a fines de los 60. En ese momento Darío Rodríguez de la Fuente inaugura una planta dedicada a fabricar caramelos para diversificar su negocio de pastillas.

Rodríguez de la Fuente había emigrado desde España y se transformó en una de las figuras históricas del negocio golosinero argentino. En 1914 empezó fabricando pastillas de menta que vendía en las farmacias. De ahí pasó a los kioscos y las rebautizó D.R.F., para simplificar la marca. Creció en escala y sumó sabores, como mentol y anís.

En los 80 D.R.F. decidió mudarse La compañía se instaló en la vieja usina láctea Denak Bat en 1984. Ocho años después la cadena de cafeterías Bonafide, que ya era manejada por la chilena Carozzi, se convirtió en distribuidor de los productos de la firma de caramelos, pastillas y gomitas. En 1996 se quedó con el 100 por ciento. 

De regreso en manos nacionales

Billiken, y sus marcas hermanas, cambiaron de dueño varias veces en poco tiempo. Molinos se asoció con Carozzi para desarrollar su negocio de galletas y confites en la Argentina en 2011 a través de CALASA. Un año más tarde, el holding de la familia Perez Companc pasó a controlar la totalidad de la sociedad.

Para 2014 hicieron un trueque de $ 130 millones con Mondelez. Esta última les daba sus marcas de pastas secas y, como parte de pago, Molinos cedía su negocio de caramelos, que incluía a DRF, Billiken, Gotitas de Amor y Bis; además de una planta en Tres Arroyos.

Las clásicas marcas de golosinas volvieron a estar en posesión de una firma argentina en 2018 cuando La Dolce, que se dedicaba a la distribución mayorista de dulces, le compró esta unidad a Mondelez. El acuerdo incluyó la histórica planta de Las Heras.

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