

Todavía faltan 335 días para que en el flamante estadio mundialista de San Pablo la pelota comience a rodar y el debut de la selección brasileña marque el inicio de la Copa del Mundo.
Sin embargo, por estas horas Brasil ya juega un áspero partido fuera del verde césped que, a juzgar por las multitudinarias manifestaciones callejeras que hicieron temblar al gigante sudaméricano, despierta tantas pasiones como ver a Neymar vistiendo la verdeamarela.
De un lado de la tribuna se ubican los promotores del Mundial, que festejan las ventajas de ser el anfitrión de la cita máxima del deporte más popular del mundo. Desde la otra cabecera, los torcedores más críticos gritan contra los gastos exorbitantes que viene destinando el gobierno de Dilma Rousseff a la Copa, en un clima de descontento social y de bajo crecimiento económico.
Detrás de la disputa que hoy divide al pueblo brasileño surgen interrogantes que se reeditan cada vez que un país se postula para recibir un evento de semejantes dimensiones globales. ¿Es negocio organizar un Mundial? ¿Cuáles son los costos y los beneficios de ser el anfitrión? ¿Qué pasa el día después de la final de la Copa?
En plena ebullición callejera, el Gobierno de Rousseff debió salir a responder a las críticas y presentó el valor actualizado de las inversiones mundialistas: la cifra ya supera los u$s 12.400 millones. Y está proyectado que para 2014 suba a 14.500 millones. Es decir que para cada uno de los 194 millones de brasileños, el Mundial costará u$s 75.
A primera vista, el colosal gasto podría parecer proporcional a las dimensiones de la potencia regional. Sin embargo, en la comparación con los últimos anfitriones, parece excesivo. En 2010, en Sudáfrica -un país con magra tradición futbolística y, por ende, menos infraestructura en estadios- se invirtieron u$s 5.200 millones. Cuatro años antes, en Alemania, el gasto fue de u$s 7.700 millones. Y más atrás, en Corea-Japón 2002, se necesitaron casi u$s 7.000 millones.
Negocio redondo
Para el hoy debilitado gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), no hay duda de que la Copa del Mundo impulsará la alicaída economía local. Las cifras que se manejan indican que unos u$s 49.400 milones adicionales van a circular en la economía brasileña durante el período 2010-2014. Y se estima la generación de 3,6 millones de empleos de forma directa o indirecta.
Además, por cada real que gaste el sector público, se espera que las empresas privadas aporten 3,4 reales, según datos del informe Brasil Sustentable - Impactos Socioeconómicos de la Copa del Mundo 2014, elaborado por Ernst & Young (EY) junto a la Fundación Getulio Vargas.
El problema radica en que las estimaciones oficiales distan considerablemente de los cálculos de las universidades y de las consultoras privadas. Así, el costo real del Mundial se está convirtiendo en un verdadero enigma para los brasileños, que temen que el gasto se descontrole.
Agujero negro
En una resonante editorial titulada Copa a cualquier costo, el diario Folha de S. Paulo advirtió que la situación actual puede reiterar la experiencia "escandalosa" de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007, cuyo costo final casi se multiplicó por diez.
Para la influyente Asociación Brasileña de Infraestructura e Industrias de Base (ABDIB), el monto rondará los u$s 48.000 millones, y si se agregan rubros como saneamiento, red hotelera y energía eléctrica, se incrementaría aún más. En tanto, algo más acorde a las estimaciones oficiales, un informe de la Universidad de San Pablo arroja una cifra de u$s 14.000 millones.
En la Web, la cara de la protesta anti-mundialista es Carla Dauden, una bella joven que ya le contó a más de 3.500.000 visitantes en Youtube por qué odia el Mundial 2014. La Copa del Mundo costará unos 30.000 millones de dólares. Eso es más de lo que han costado los últimos tres mundiales juntos, dice en perfecto inglés, ideal para una mayor viralización. Y agrega: No necesitamos estadios, sino educación. No necesitamos que Brasil le transmita una buena imagen al mundo. Necesitamos comida y salud. No necesitamos más fiestas, lo que necesitamos es gente con trabajos y vidas sostenibles, se queja Dauden.
¿Fuera de juego?
En tiempos de bonanza relativa para América latina, el debate se repite en otros países de la región, incluído aquí en la Argentina. ¿Es posible la inversión en cultura y deporte sin perder de foco temas más sensibles y urgentes como la educación, la salud o la seguridad?
La semana pasada, con millones de manifestantes en las calles, el ministro de Deportes de Brasil, Aldo Rebelo (ver entrevista) aseguraba que la mayoría de las obras mundialistas ya estaban previstas en el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), un plan cuatrienal iniciado por Lula y reeditado por Dilma, que ya lleva invertidos u$s 261.690 millones en infraestructura logística, social y urbana.
Según cifras oficiales, las inversiones en educación se triplicaron entre 2007 (año en el que fue anunciada la realización de la Copa Mundial) y 2013. En tanto, los montos para salud se duplicaron durante este período. Solamente en este año 2013, el presupuesto de las áreas de Salud y Educación es de 177.000 millones de reales (u$s 78.128 millones). Y el presupuesto del Ministerio de Deportes es de aproximadamente 1% de dicho total, lo que incluye recursos destinados al rubro de la Copa y de las Olimpíadas. Por lo tanto, no existe desvío de recursos de otras áreas para la construcción de estadios", aclaró Rebelo.
Elefantes blancos
Los fondos mundialistas se destinarán a tres áreas clave: movilidad urbana (u$s 3.928 millones), aeropuertos (u$s 3707 millones) y estadios (u$s 3.354 millones). El resto del presupuesto está asignado a inversiones en puertos, telecomunicaciones, turismo y seguridad, según fuentes oficiales.
De todos los rubros, el más cuestionado es el de los estadios (ver infografía). Si bien la construcción y remodelación de los 12 estadios fueron financiadas principalmente por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y generaron decenas de miles de empleos directos, muchos temen que los monumentales edificios se conviertan en elefantes blancos. Así se bautizó al polémico Estadio de Londres, que costó u$s 767 millones y luego de alojar los Juegos de 2012 hoy no cumple con los requisitos para que se jueguen partidos de la Premier League.
El legado
En cambio, en el sector turístico la alegría sí será absolutamente brasileña. Se espera que 600.000 turistas extranjeros visitarán el país durante la Copa -un 60% de ellos serán sudaméricanos-, lo cuales dejarán cerca de u$s 9,2 mil millones, según las estimaciones oficiales.
En diálogo exclusivo con WE, Flávio Dino, titular del Instituto Brasileño de Turismo (Embratur), sostuvo que la exposición del Mundial y los JJOO nos permitirá alcanzar un salto en los turistas que el país recibe, pasando de los actuales 5,7 millones de turistas a 10 millones de turistas para 2020. Y agregó: Nos proponemos que el gran legado de los mega-eventos sea dar a conocer a todo el país como destino turístico, agregando nuevos nichos al segmento sol y playa.
Cuando la pelota empiece a rodar, el fervor mundialista seguramente despejará las críticas y dara paso a la fiesta del fútbol. Hasta entonces, Brasil tiene el duro desafío de explicar el negocio de organizar un Mundial. z we










