La invasión de Malvinas fue un plan de la Junta Militar para seguir en el poder
A 29 años del conflicto bélico entre la Argentina y Gran Bretaña, Juan Bautista Yofre analiza la derrota en el conflicto bélico del Atlántico Sur y reflexiona sobre el reclamo de soberanía.
Casi 30 años pasaron desde que la tercera Junta Militar de Gobierno, integrada por el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri, el almirante Carlos Isaac Anaya y el brigadier general Basilio Lami Dozo, determinó llevar a la adelante el plan pergeñado unos meses atrás: la invasión de las islas Malvinas. Y así, en abril de 1982, una Argentina que aún derramaba sangre parecía dispuesta a dar lucha a la violencia con todavía más violencia. Los días sonaban grises, la música en inglés encontraba su prohibición y el rock nacional clamaba de furia. No bombardeen Buenos Aires, musitaba Charly García en Yendo de la cama al living. En tanto, la Plaza de Mayo daba cobijo a una masa exaltada que, como si del festejo de un partido de fútbol se tratara, celebraba a destiempo una victoria nunca lograda. Tres décadas, 900 muertos, casi 2000 heridos y un territorio en pugna. La historia no encontró, aún, su punto final. Y, tampoco, lo hará pronto.
Tras un arduo trabajo de investigación, el periodista y ex jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) durante el menemismo Juan Bautista Tata Yofre acaba de presentar 1982 (Sudamericana), un volumen en el que publica documentos, hasta el momento, inéditos de la Guerra de Malvinas y analiza el derrumbe del proceso militar.
Es un título muy fuerte porque es un año en el que los argentinos vamos a tener esa guerra y, poco después, va a comenzar la democracia. Los que me dieron la documentación saben que no me mostré de acuerdo, que iba a darle un trato respetuoso, comenta Yofre relajado a We ante la presencia de los poco más de 7 mil CDs que recubren las paredes de su estudio.
A través de sus casi 600 páginas, el libro traza un recorrido apasionante por los entretelones detrás del conflicto bélico, reconstruye los diálogos entre sus protagonistas y aporta pruebas acerca de cómo se gestaron los hechos. Todo enmarcado por un contexto social, político y económico que permite analizar el suceso desde nuevos ángulos. Las primeras órdenes para llevar adelante la Operación Azul (luego llamada Rosario), la cumbre diplomática de Nueva York en 1982, los intentos de Ronald Reagan para frenar la invasión, el desembarco británico en Malvinas y la capitulación militar son algunos de los temas desarrollados. Como anexo, incluye tres entrevistas realizadas a Galtieri, en 1983, una vez finalizado el conflicto del Atlántico Sur.
En 1947, la Argentina logró que Malvinas ingresara dentro del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. En 1965, Miguel ngel Zavala Ortiz, canciller del gobierno de Arturo Illia, logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas reconociera que había un tema de soberanía en las islas. Para mí, las islas significan una proyección sobre el mar y sobre la Antártida. Si hay un pedazo de tierra que está en disputa y que es argentino, dénmelo. En lo que puedo diferir es en cómo voy a recuperarlo, agrega.
En este sentido, Yofre demuestra, con pruebas, una hipótesis que venía resonando entre pasillos: que el plan de invadir Malvinas estuvo marcado de una intención por parte de la Junta Militar para seguir en el poder. El Proceso las quería recuperar para quedarse un tiempo más en el poder. Antes se podía inferir, pero no probar. Ahora, yo lo puedo probar a través de un documento clave.
Penas ni olvidos
La ocupación británica a las islas ocurrió hace casi 180 años. Sin embargo, 1982 marca un antes y un después en el reclamo de soberanía a aquella porción de tierras australes. Pero, ¿cuál es el principal interés de la Argentina en ellas? Yofre no duda a la hora de dar una respuesta sincera y pasional. Es visceral. Me las robaron, devuélvanmelas, dice. Luego, vendrá la respuesta racional: Hay un interés comercial y económico. Pero, fundamentalmente, hay una proyección sobre el mar y sobre la Antártida. Se mueve mucho dinero en licencias de pesca, posiblemente en petróleo, también. Yo quiero recuperar las Malvinas. Si fuera presidente, me sentaría con los ingleses porque necesito que me den, por lo menos, el 50 % de lo que me están sacando porque esa es plata para la gente que está, por ejemplo, en el conurbano bonaerense o en el interior. Y necesito ir del brazo con los ingleses cuando se abra el Tratado Antártico porque ahí va a ser un gran lío. Es un territorio enorme en donde hay minerales y combustibles.
La guerra duró apenas dos meses. El paño blanco se alzó el 14 de junio. Y así, como un baldazo de agua fría, como un triste salpicón de realidad, aquella masa que había alentado a Galtieri en la plaza ahora debía reconocer la derrota. Al final, no estábamos ganando, como creían haber vaticinado algunos matutinos de la época. A tres décadas de distancia, resulta difícil creer que la Argentina de entonces podría haber considerado, siquiera, la idea de enfrentarse bélicamente a una potencia, como Inglaterra, que contaba, asimismo, con el apoyo de la OTAN. ¿Orgullo? ¿Ceguera? Así fue. Lo creyó. También sus líderes que contagiaron de euforia a una población que prefería creer y que se negó a atender los propios llamados del presidente estadounidense Ronald Reagan, quien intentó evitar aquella jugada de la Junta Militar. "Galtieri y Anaya creían que se podía ganar. Primero, porque pensaban que Inglaterra no iba a reaccionar. Era un objetivo que tenía a 13.000 millas de distancia. Y consideraban, además, que los Estados Unidos se iba a mantener equidistante, en palabras del propio Galtieri, porque habían mejorado la relación y porque la Argentina estaba colaborando en Centroamérica, sostiene.
Lo que se les pasó por alto, agrega, es que Reagan iba a asumir como presidente el 20 de enero de 1981 y se iba a encontrar con un problema: empezaba la efervescencia en el bloque oriental. Precisamente, en Polonia, con el activista Lech Walesa. Eso produce un acercamiento con Juan Pablo II con los Estados Unidos y con Margaret Thatcher. En el medio fuimos a meter el dedo y fuimos a perjudicar la relación. Gran Bretaña tenía la vista puesta en el bloque oriental y no en Malvinas. La guerra se montó sobre la base de supuestos falsos: que Gran Bretaña no iba a responder, que Thatcher se iba a sentar a negociar, que Estados Unidos se iba a mantener neutral.
¿Fue un manotazo de ahogado? Sí, Galtieri me lo dice en un reportaje. 'Si hubiera triunfado, me quedaba con la bandera de todos los políticos'. El gobierno militar estaba buscando la guerra. Ya se la había perdido en el 78 con Chile cuando se las paró el Papa. Entonces, fue como un coito interruptus. Eso quedó en la mente.
Yofre es optimista, a futuro, respecto de una solución al reclamo argentino. Si somos un país sólido, vamos a tener las islas, vamos a tener una comunicación, vamos a poder dejar trascender algo de nuestra cultura. Primero hay que saber qué tengo para ejercer presión en una negociación diplomática: las fuerzas armadas, que están destruidas, y la economía, que, como el resto del mundo, se predice que vamos a pasar por un momento muy difícil, a pesar de la bonanza que se ve ahora. Tenemos que acostumbrarnos a que va a llevar un tiempo y que tenemos que entrarles a ellos con otra cosa. No con la violencia. Con la violencia nos ganan. Ellos tienen armas nucleares y nosotros no, concluye. z weFichan Título: 1982. Los documentos secretos de la Guerra de Malvinas/ Falklands y el derrumbe del proceso
n Autor: Juan B. Yofre
n Editorial: Sudamericana
n Páginas: 592
n Primera edición: septiembre de 2011
Tras un arduo trabajo de investigación, el periodista y ex jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) durante el menemismo Juan Bautista Tata Yofre acaba de presentar 1982 (Sudamericana), un volumen en el que publica documentos, hasta el momento, inéditos de la Guerra de Malvinas y analiza el derrumbe del proceso militar.
Es un título muy fuerte porque es un año en el que los argentinos vamos a tener esa guerra y, poco después, va a comenzar la democracia. Los que me dieron la documentación saben que no me mostré de acuerdo, que iba a darle un trato respetuoso, comenta Yofre relajado a We ante la presencia de los poco más de 7 mil CDs que recubren las paredes de su estudio.
A través de sus casi 600 páginas, el libro traza un recorrido apasionante por los entretelones detrás del conflicto bélico, reconstruye los diálogos entre sus protagonistas y aporta pruebas acerca de cómo se gestaron los hechos. Todo enmarcado por un contexto social, político y económico que permite analizar el suceso desde nuevos ángulos. Las primeras órdenes para llevar adelante la Operación Azul (luego llamada Rosario), la cumbre diplomática de Nueva York en 1982, los intentos de Ronald Reagan para frenar la invasión, el desembarco británico en Malvinas y la capitulación militar son algunos de los temas desarrollados. Como anexo, incluye tres entrevistas realizadas a Galtieri, en 1983, una vez finalizado el conflicto del Atlántico Sur.
En 1947, la Argentina logró que Malvinas ingresara dentro del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. En 1965, Miguel ngel Zavala Ortiz, canciller del gobierno de Arturo Illia, logró que la Asamblea General de las Naciones Unidas reconociera que había un tema de soberanía en las islas. Para mí, las islas significan una proyección sobre el mar y sobre la Antártida. Si hay un pedazo de tierra que está en disputa y que es argentino, dénmelo. En lo que puedo diferir es en cómo voy a recuperarlo, agrega.
En este sentido, Yofre demuestra, con pruebas, una hipótesis que venía resonando entre pasillos: que el plan de invadir Malvinas estuvo marcado de una intención por parte de la Junta Militar para seguir en el poder. El Proceso las quería recuperar para quedarse un tiempo más en el poder. Antes se podía inferir, pero no probar. Ahora, yo lo puedo probar a través de un documento clave.
Penas ni olvidos
La ocupación británica a las islas ocurrió hace casi 180 años. Sin embargo, 1982 marca un antes y un después en el reclamo de soberanía a aquella porción de tierras australes. Pero, ¿cuál es el principal interés de la Argentina en ellas? Yofre no duda a la hora de dar una respuesta sincera y pasional. Es visceral. Me las robaron, devuélvanmelas, dice. Luego, vendrá la respuesta racional: Hay un interés comercial y económico. Pero, fundamentalmente, hay una proyección sobre el mar y sobre la Antártida. Se mueve mucho dinero en licencias de pesca, posiblemente en petróleo, también. Yo quiero recuperar las Malvinas. Si fuera presidente, me sentaría con los ingleses porque necesito que me den, por lo menos, el 50 % de lo que me están sacando porque esa es plata para la gente que está, por ejemplo, en el conurbano bonaerense o en el interior. Y necesito ir del brazo con los ingleses cuando se abra el Tratado Antártico porque ahí va a ser un gran lío. Es un territorio enorme en donde hay minerales y combustibles.
La guerra duró apenas dos meses. El paño blanco se alzó el 14 de junio. Y así, como un baldazo de agua fría, como un triste salpicón de realidad, aquella masa que había alentado a Galtieri en la plaza ahora debía reconocer la derrota. Al final, no estábamos ganando, como creían haber vaticinado algunos matutinos de la época. A tres décadas de distancia, resulta difícil creer que la Argentina de entonces podría haber considerado, siquiera, la idea de enfrentarse bélicamente a una potencia, como Inglaterra, que contaba, asimismo, con el apoyo de la OTAN. ¿Orgullo? ¿Ceguera? Así fue. Lo creyó. También sus líderes que contagiaron de euforia a una población que prefería creer y que se negó a atender los propios llamados del presidente estadounidense Ronald Reagan, quien intentó evitar aquella jugada de la Junta Militar. "Galtieri y Anaya creían que se podía ganar. Primero, porque pensaban que Inglaterra no iba a reaccionar. Era un objetivo que tenía a 13.000 millas de distancia. Y consideraban, además, que los Estados Unidos se iba a mantener equidistante, en palabras del propio Galtieri, porque habían mejorado la relación y porque la Argentina estaba colaborando en Centroamérica, sostiene.
Lo que se les pasó por alto, agrega, es que Reagan iba a asumir como presidente el 20 de enero de 1981 y se iba a encontrar con un problema: empezaba la efervescencia en el bloque oriental. Precisamente, en Polonia, con el activista Lech Walesa. Eso produce un acercamiento con Juan Pablo II con los Estados Unidos y con Margaret Thatcher. En el medio fuimos a meter el dedo y fuimos a perjudicar la relación. Gran Bretaña tenía la vista puesta en el bloque oriental y no en Malvinas. La guerra se montó sobre la base de supuestos falsos: que Gran Bretaña no iba a responder, que Thatcher se iba a sentar a negociar, que Estados Unidos se iba a mantener neutral.
¿Fue un manotazo de ahogado? Sí, Galtieri me lo dice en un reportaje. 'Si hubiera triunfado, me quedaba con la bandera de todos los políticos'. El gobierno militar estaba buscando la guerra. Ya se la había perdido en el 78 con Chile cuando se las paró el Papa. Entonces, fue como un coito interruptus. Eso quedó en la mente.
Yofre es optimista, a futuro, respecto de una solución al reclamo argentino. Si somos un país sólido, vamos a tener las islas, vamos a tener una comunicación, vamos a poder dejar trascender algo de nuestra cultura. Primero hay que saber qué tengo para ejercer presión en una negociación diplomática: las fuerzas armadas, que están destruidas, y la economía, que, como el resto del mundo, se predice que vamos a pasar por un momento muy difícil, a pesar de la bonanza que se ve ahora. Tenemos que acostumbrarnos a que va a llevar un tiempo y que tenemos que entrarles a ellos con otra cosa. No con la violencia. Con la violencia nos ganan. Ellos tienen armas nucleares y nosotros no, concluye. z weFichan Título: 1982. Los documentos secretos de la Guerra de Malvinas/ Falklands y el derrumbe del proceso
n Autor: Juan B. Yofre
n Editorial: Sudamericana
n Páginas: 592
n Primera edición: septiembre de 2011
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