

Qué tienen en común Vigo Mortensen y Miguel Galuccio? Que ambos han vuelto a la Argentina a concretar sus máximas aspiraciones profesionales. Y si bien ellas pertenecen a géneros bien distintos, en ambos casos sus planes rayan con la ficción.
En el caso del fan del Ciclón, es comprensible que de ello se trate, sobre todo cuando éste es el género que mejor maneja el actor preferido (devenido en productor) del Director David Cronemberg, cuyo film Promesas del Este parece tener otro punto de encuentro con el derrotero del CEO de YPF, en su búsqueda de financiamiento.
Para el joven entrerriano, emergente de una de las primeras camadas de graduados del ITBA que conformó el semillero de la YPF de Estenssoro, en cambio, el atribuirle a su Plan un tinte de ficción, no pareciera ser el mejor de los atributos. Sin embargo, analizando fríamente la propuesta de inversión de su Plan de 100 días, y en el contexto del modelo de inclusión à etc que propone el Gobierno Nacional, pareciera que contiene algunas debilidades.
Por un lado se presentan los objetivos de duplicar la inversión en petróleo (página 35, Plan YPF) y multiplicar por 7 la de gas (página 44), al tiempo que se irá cerrando la brecha de precios de los combustibles locales a una tasa del 8% anual (página 41), aunque no se precisa si será en términos nominales o reales (para cuyo caso tampoco sabemos si han considerado la inflación del supermercado o la del Indec). En cualquier caso, lo que resulta evidente es que se requerirán bastantes recursos adicionales a los actualmente disponibles.
¿De cuánto dinero estamos hablando? Entre las páginas 54 a 56 de una muy amigable presentación del Plan, Galuccio ilustra escenarios en los que se consiguen más o menos recursos, pero en el más conservador de todos ellos, y en el caso que sólo se obtengan de fondos operativos propios de la Compañía, ésta deberá obtener la friolera de 5 mil millones de (con perdón) dólares, que a diferencia de la moneda local, como lo ha señalado la Jefa de Estado, no podremos imprimir.
Lo que surge al leer esta propuesta es cotejar cuánto ha obtenido la empresa en los últimos, digamos, dos años. Si sumamos a las utilidades las amortizaciones, que son los montos que normalmente se destinan a mantener la capacidad de producción de los activos del negocio, no llegamos a los 3 mil millones. Y esto sin contar con que la empresa tiene comprometido el pago de recursos por deuda contraída en el pasado.
De estos números se deduce que o bien la compañía duplicaría los precios de venta de los recursos que coloca en el mercado, o bien comenzará a recortar significativamente los costos, o una combinación lineal de ambos. En el plano de lo impensable, también podría tomarse la decisión de repactar su deuda, prorrogar el pago de impuestos, u otro mecanismo de puja por el manejo de recursos públicos escasos (incluyendo el uso de los fondos de los jubilados).
Bajo el nuevo modelo regulatorio, ordenado de acuerdo a la Ley de Expropiación de YPF y su Decreto Reglamentario (Nº 1277), ya se ha comenzado a operar sobre costos y precios de ventas. En el primer caso se les ha recortado a los productores de biodiesel el precio al que le deben vender a la petrolera el biocombustible para la mezcla (al 7%). En cuanto a los precios de venta, si bien sería incompatible con el modelo económico un fuerte aumento generalizado de precios de la energía, no lo sería el de un incremento selectivo. Esta última estrategia estaría contemplada bajo el nuevo modelo regulatorio del sector eléctrico, ya que de ahora en más será YPF la encargada de proveerle el combustible a los grandes usuarios (generación eléctrica e industria), pudiendo definir precios diferenciales para cada uno de ellos, generando así una máxima entropía regulatoria.
En síntesis, en presencia de una muy limitada voluntad de asociación del capital internacional con la petrolera semi-estatal, que ha volcado a su conducción a la caza de aliados no convencionales, la proyección de recursos que se ha presentado raya el plano de la ficción.










