

Una mirada objetiva acerca de las relaciones dentro de la oposición en los últimos dos años deberá reconocer que ha habido importantes avances en cuestiones esenciales para el buen funcionamiento de la democracia.
Por amor o por espanto, se han enunciado y firmado acuerdos sobre temas tan esenciales como el respeto a la independencia de la justicia y la separación de poderes; la libertad de prensa; el rechazo a la reelección y la violación sistemática de la Constitución; el uso abusivo del poder sobre los derechos básicos de los ciudadanos; la violencia como herramienta de la política; el Parlamento como espacio de construcción consensuada de las leyes; el respeto por el federalismo fiscal y político.
Con menos unanimidad en los términos y el sentido, se han rechazado el desorden macroeconómico; la inflación y su ocultamiento; el cepo cambiario y se ha alertado sobre el avance del narcotráfico, la vigencia del trabajo informal y la pobreza.
Miembros de diversos espacios de la oposición han participado en diagnósticos compartidos sobre energía, infraestructura, agro; y las propuestas de solución surgidas de esos foros convergen en un alto porcentaje.
Las disidencias y sobre todo la dificultad para establecer un diálogo concreto provienen mas de la necesidad de sostener hacia adentro de las estructuras políticas una imagen de coherencia, que de diferencias profundas. Sostener la propia identidad a costa del otro es un truco perenne de la política, que se manifiesta entre nosotros en ponerse límites (la ya clásica y malhadada frase mi límite es...); o considerarse dueño absoluto de la moral.
Esta introducción quiere pues dar un toque de optimismo ante lo que se viene en el 2015: hay muchos mínimos comunes denominadores para trabajar. Pero como el porvenir será muy complejo, con eso solo no alcanza. Es esencial avanzar en algunos pasos mas para llegar bien pertrechado a un momento que volverá a ser una prueba para la credibilidad en la democracia.
Debemos por ejemplo ponernos de acuerdo en el valor de ciertas palabras que definen rumbos. En estos años de mayoría parlamentaria del kirchnerismo, desaparecieron del discurso y del sentido de las leyes, palabras y conceptos como familia, calidad, mérito. En el campo educativo, la Diputada Puiggros se ha expresado con absoluta franqueza sobre la perversidad de estos conceptos: Sus engañosos componentes son términos como calidad, excelencia educativa, eficiencia de la inversión, equidad, que en el marco del discurso pedagógico neoliberal adquieren contenidos estigmatizadores y discriminadores (Página 12, 5/08/2011). Otros conceptos cuestionados en estos tiempos y sobre las que hay que trabajar, son: productividad, inversión; seguridad; responsabilidad; respeto a la ley; legalidad; a través de diálogos profundos donde se expliciten no solo los que sino también sus implicancias.
Acordar sobre estas y muchas otras palabras y sus implicancias es un avance necesario.
Otro paso a dar es el de la complejidad. Entender por ejemplo que la situación social no es una suma de comportamientos estancos que pueden resolverse independientemente, sino que todo está conectado. Un ejemplo dramático es el del impacto sobre la calidad de vida de los mas pobres de la destrucción del sistema de transporte; o las implicancias de la falta de infraestructura sobre las migraciones al impedir el desarrollo del interior. También la relación entre la debilidad de la familia y el aumento de las adicciones; la conexión entre inflación y acceso a la vivienda; el modo como la guetificación urbana afecta las expectativas de progreso de los jóvenes; las infinitas implicancias sociales de la calidad de los bienes públicos.
Finalmente es esencial acordar sobre el valor operativo de las instituciones. No se trata solo de proclamar que hay que respetarlas por una razón constitucional. Eso ya esta conciliado. Ahora hay que poder llegar al 2015 con cambios acordados y escritos que den un mensaje muy fuerte a la ciudadanía y al sistema político sobre la realidad de un nuevo tiempo.
Se trata de ponerse de acuerdo entre otras cosas sobre la importancia que tiene un proceso meticuloso y dialogado de aprobación del Presupuesto para que todas las conexiones que hemos mencionado se concreten .
Los partidos políticos deberían asumir compromisos que no vulneran su identidad, tales como aprobar una ley de evaluación obligatoria del impacto de los programas sociales; crear la oficina de presupuesto del Congreso; mejorar el proceso de aprobación de las leyes.
En síntesis, como dicen en el fútbol la base está. Pero aún no alcanza.










