Afirmar que Adolf Hitler vivió en Argentina lo que implica creer que escapó de Europa y no se suicidó en Berlín puede resultar una atrevida osadía, a menos que los argumentos que se presenten, para sostener esa temeraria aseveración, estén fundamentados y tengan un peso tal que puedan cuestionar seriamente la historia oficial: Hitler murió el 30 de abril de 1945 a las 15.30 horas, de un disparo en la sien, en el búnker de Berlín. En el libro Tras los pasos de Hitler (Editorial Planeta), se ponen a consideración del lector pruebas, documentos, testimonios y testigos con la finalidad de dar jaque a la versión tradicional que intentó, con gran éxito durante más de medio siglo, poner un punto final a la vida del Führer y consecuentemente al nazismo a nivel internacional. Con ese objetivo se demuestra la importancia que tuvo para los nazis la República Argentina, y en particular la Patagonia, así como los vínculos existentes entre sectores de poder de ambas naciones. Los nazis, antes y durante la guerra, tuvieron una gran actividad en el país y pensaron en usar esa región austral donde varias empresas alemanas actuaban de soporte como refugio para la máxima jerarquía en caso de que Alemania perdiera la guerra. Al respecto, debe destacarse que en 1943 el almirante Döenitz, el jefe de la poderosa armada nazi, había dicho: La flota alemana de submarinos se siente orgullosa de haber construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La (paraíso), una fortaleza inexpugnable donde él (Hitler) estaría totalmente a salvo de sus enemigos.

Un año después Doenitz, durante una ceremonia ante cadetes navales en Kiel, expresó estas sugestivas palabras que reiteraron el concepto anterior, respecto a una eventual evacuación del Führer: La Marina alemana conoce todos los escondientes para que la Marina lleve al Führer si fuera necesario. Allí él puede preparar sus últimas medidas en total tranquilidad.

Cuando la guerra terminaba se comenzaron a realizar transferencias de divisas al exterior y se implementó un sistema que permitiera escapar de Europa a miles de hombres. Sobre este punto resulta llamativo que, en febrero de 1997, el Centro Simon Wiesenthal pidiera formalmente al gobierno argentino que investigara los movimientos bancarios y las transferencias realizadas desde Alemania y Suiza a Buenos Aires, efectuadas por más de trescientos jerarcas, empresarios, industriales, y mujeres del régimen nazi. En la carta dirigida al entonces presidente Carlos Menem y a quien se desempeñaba como titular del Banco Central, Pedro Pou se solicitaba formalmente al gobierno argentino que inicie una investigación en los archivos y registros correspondientes, para establecer si alguna de las 334 personas, cuyos nombres figuran en una lista adjunta, abrió u operó alguna cuenta bancaria en el país desde 1938 en adelante. En el listado figuraban, entre otros, los nombres de Adolf Hitler, Eva Braun y Martin Bormann.

La llegada de decenas de cientos de nazis a Argentina es un hecho que hoy nadie discute habida cuenta de la abrumadora cantidad de pruebas existentes en ese sentido. Inclusive algunos, como Adolf Eichmann, Erich Priebke o Josef Schwammberger, fueron capturados en territorio argentino. Otros pudieron escapar, seguramente con la complicidad oficial, por caso Roschmann, el Carnicero de Riga, que huyó nada menos que de la central de la Policía Federal, en Buenos Aires, luego de ser capturado y trasladado a esa dependencia.

¿Si ellos pudieron fugar de Alemania al terminar la guerra, e inclusive vivir varios años sin problemas algunos nunca fueron capturados como el doctor Muerte, Heribert Heim o su colega Jospeh Mengele, por qué razón no lo podría haber hecho Hitler que gozaba de más poder y mayores recursos?

Al respecto, durante la conferencia de Potsdam, en julio de 1945, Joseph Stalin, el jefe soviético, personalmente le dijo al presidente norteamericano Truman y a su Secretario de Estado, James Byrnes, que el jefe nazi estaba prófugo. Byrnes escribió en sus memorias: En la conferencia de Potsdam Stalin dejó su silla, se acercó a mí e hizo tintinear su copa de licor con la mía amistosamente, yo le dije: Mariscal Stalin, ¿cuál es su teoría sobre la muerte de Hitler? Stalin respondió: No está muerto. Escapó o bien a España o a la Argentina.

El libro Tras los pasos de Hitler presenta datos sobre el destino de su cadáver que hoy estaría resguardado en una cripta subterránea en Paraguay, un país que fue refugio de nazis, especialmente de aquellos que, tras haber vivido casi diez años en Argentina, optaron por buscar tranquilidad en esa nación cuando el gobierno de Juan Domingo Perón cayó derrocado en 1955. De acuerdo a la investigación, especialmente por el aporte de un militar brasilero, el Führer murió en el verano de 1971. Este testigo asegura haber estado en la cripta de Hitler.

Además, al parecer, Hitler anciano aceptó ser fotografiado más de una vez durante su exilio. Si bien hay fotos privadas con la imagen del Führer viviendo en Argentina, en la obra se cita especialmente la que consta en un archivo de la CIA, sacada en Colombia en los años cincuenta.