

Hace algunos días, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner intentó desestimar las versiones que hablan de un cepo cambiario. Puntualmente, se refirió a que el pasado julio, en comparación con igual mes del 2011, hubo un 20% más de argentinos haciendo turismo en el extranjero y que gastaron 25,9% más afuera del país, con lo cual las restricciones para la compra de dólares serían apenas un mito urbano. Sobre todo teniendo en cuenta que el mundo se nos vino encima. Más allá de lo que se dijo, resulta interesante lo que el discurso omitió explicar.
Las cifras descritas por la Presidenta corresponden a una encuesta que releva el Indec en los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque. Según estos datos, el turismo argentino en el exterior creció sostenidamente en los últimos años (+102% entre 2004 y 2011), aunque con mucha mayor fuerza durante el mandato de CFK (+143%). El año pasado finalizó con más de 2 millones de argentinos viajando al exterior, gastando cerca de u$s 2.900 millones fuera del país. Si tomamos las cifras publicadas por el Ministerio de Turismo, que no se limitan únicamente al flujo de personas en los aeropuertos, el número de turistas argentinos escala a casi 6,7 millones (+60% respecto a 2007), con un gasto de u$s 5.321 millones (+39%).
Este aluvión de argentinos en el extranjero es una combinación de dos factores más que conocidos. El primero es la suba en los ingresos reales. Bajo la gestión de CFK, el salario real promedio acumula un incremento de 8%, aunque esta cifra subestima la verdadera suba en el poder adquisitivo de los turistas, en gran medida provenientes de hogares en el tope de la distribución de ingresos. El otro factor es la inflación en dólares, que acumula un alza de 72% bajo la misma gestión y hace relativamente más barato viajar al exterior. O, lo que es el reverso de la misma moneda, encarece hacer turismo dentro del país.
No es que al Gobierno no le guste que los argentinos viajen, sino que al hacerlo gastan los dólares necesarios para pagar las importaciones y la deuda externa. Y, a pesar de que se ha registrado un constante incremento en el turismo extranjero dentro del país (+25% entre 2007 y 2011), las divisas generadas por esta actividad son cada vez menores. Según el Ministerio de Turismo, el balance de divisas arrojó un déficit de u$s 113 millones el año pasado, rojo que se estiró a u$s 513 millones durante el primer trimestre del 2012 (último dato disponible).
Cuando las divisas sobraban, poco importaba saber cuántos argentinos viajaban al exterior, cuánto gastaban y con qué medios (efectivo, débito, crédito). Pero, en un contexto de escasez de dólares, cualquier demanda de divisas (importaciones, turismo, operaciones inmobiliarias) debe ser aprobada por el Gobierno. El cepo cambiario, más realidad que mito, está pensado para frenar la sangría de divisas generada por esta creciente ola de argentinos en el mundo. Pero, esta solución es parcial. Hasta ahora, nada se ha hecho para resolver el problema de la inflación en dólares, que encarece al país como destino turístico entre los extranjeros. Acelerar el ritmo de devaluación no es una solución, ya que además de ser regresivo, su impacto se trasladaría rápidamente a los precios. La verdadera (e involuntaria) revelación de las cifras expuestas por CFK es la necesidad de un plan anti-inflacionario.










