

Estoy convencido que mas allá de declaraciones altisonantes acerca de los derechos argentinos sobre las Malvinas, la mejor manera de recordar esta fecha es reflexionar sobre los caminos que puedan conducir a su recuperación. Y para ello, afirmar que Malvinas es tal vez el mayor desafío de nuestra diplomacia, en la medida en que consideremos que tal objetivo debe ser resultado de múltiples acciones en varios campos; en una suerte de carambola que las conecte de maneras más o menos explícitas.
Al igual que en la buena política, en la buena diplomacia todo se conecta con todo. Una diplomacia que solo se concentre en mantener viva la llama del Comité de Descolonización, corre el peligro de poner toda la energía en una única declaración anual que vaya convirtiéndose en lo que los ingleses necesitan para lograr su objetivo: una rutina burocrática. Una diplomacia que en cambio piense en Malvinas como el resultado del aumento de la relevancia argentina en el campo internacional, podrá estar mucho mas cerca de lograr el objetivo.
La relevancia no se logra solo por afirmar valores y derechos; por aumentar el tono de las declaraciones o por la agresión cotidiana. Ser relevante hace que el adversario sienta que enfrentarnos tiene un costo alto, pues existen otros actores que por variadas razones están dispuestos a acompañarnos: aquellos actores que nos consideran importantes para lograr sus propios objetivos nacionales, a los que nosotros podemos colaborar u obstaculizar.
Visto así, surgen naturalmente los múltiples campos en los que podemos generar amigos (o enemigos) para lograr el fin.
Ante todo, un país relevante es un país confiable porque puede ser un buen aliado en las buenas y en las malas. ¿Pero podremos pedir ayuda a EE.UU si su Departamento de Estado no puede confiar en los mas mínimos movimientos diplomáticos de nuestra Cancillería? ¿Podremos pedir ayuda a otros países de la Región si cambiamos los juegos sutiles de la diplomacia por la obsesión de la tapa de los diarios?.
¿Por qué hemos de tener éxito en pedir todo a cambio de nada? Por ello es que la lista de eventos y relaciones que es necesario modificar es interminable; y recordarla sirve para entender cuan lejos estamos hoy del objetivos Malvinas.
Además de los modos, existen espacios en los que es posible conseguir aliados o preocupar adversarios. El Atlántico Sur, como ámbito de interacción con prácticamente todas las potencias marítimas del mundo. La Antártida, inestable como lo es en todos los sentidos (jurídico, ambiental) es un campo en el que el país tiene la posibilidad de crear alianzas y negociaciones que puedan usarse al tiempo de reclamar Malvinas y otros objetivos.
El comercio, las materias primas, la energía atómica, el combate al narco terrorismo; la integración física regional, la energía, son todos espacios en los que se juegan intereses bi y multilaterales y en los que la buena diplomacia puede actuar, negociar e intercambiar.
La relevancia también se logra con acciones cotidianas, sistemáticas y bien financiadas que difundan nuestra posición, reaccionen con fuerza y generen aliados en los campos mas insospechados. Si nuestra Cancillería contase con un fondo que como hace Brasil en la defensa de la Amazonia fuese capaz de asegurar presencia periódica en aquellos espacios que nos interesen, la cuestión Malvinas dejaría de ser una curiosidad cada ves menos interesante en la opinión pública mundial. En síntesis, recuperar Malvinas no es imposible. Solo exige buena diplomacia.










