

La Iglesia ha tenido- con sus tiempos- la capacidad de recuperarse de sus crisis; como lo hizo con el Concilio Vaticano II que respondió a la necesidad no solo de modernizar sus prácticas ceremoniales, sino de recibir y procesar el mensaje de un mundo que clamaba por mas justicia social. Pero la historia siguió su camino, y la velocidad de las comunicaciones, la apertura a nuevos actores sociales y el surgimiento de otras religiones, planteo requerimientos que parecían desbordar la capacidad de la Iglesia de volver a adecuarse . Roma esta burocratizada ,demasiado lejos de la gente , mientras que la Iglesia de los curas y laicos en el territorio clama por ser escuchados y reconocidos. El nombramiento de Jorge Bergoglio viene -ante todo- a llenar esa necesidad de cercanía. La actitud vital cotidiana de Bergoglio augura mejores tiempos . Distanciado de los formalismos, lo vimos en esta última semana caminar por Roma vestido modestamente, lejos de los boatos que son -hasta ahora- parte esencial del ceremonial vaticano; viajando en subterráneo; dialogando mano a mano con la gente como lo hace también en su recoleta vida cotidiana en la Argentina.
De larga tradición dialoguista, supo hacerlo en momentos críticos de nuestro país con un perfil cuidadoso , sin excesiva e innecesaria exposición, lo que le ha merecido el respeto de interlocutores, amigos y adversarios.
Tiene por delante una agenda tan desafiante como histórica: adaptar la Iglesia a la pluralidad social sin perder sus esencias doctrinarias; resolver los traumas del pasado y evitar que puedan repetirse; dar nuevas herramientas a los sacerdotes y laicos para que puedan integrarse mejor en la sociedad; hacer del Vaticano un espacio mas abierto y dinámico. Y en el campo internacional , si logra poner a la Iglesia en condiciones de influir en la dinámica de poder desde su esencia doctrinaria, habrá prestado un gran servicio a la paz y la integración.
Sería demasiado simple suponer que el nombramiento de Monseñor Bergoglio será neutral para la política argentina; tan simple como pensar que pueda haber extremos: lejanía total o participación imprudente. La dificultad mayor consiste en el rechazo visceral que el kirchnerismo tiene al diálogo constructivo con quien considera- por razones reales o imaginarias- un enemigo. Si supiese aprovechar la oportunidad, la Presidenta podría acercarse con inteligencia a un momento histórico que con este nuevo Papa se abre para la Iglesia y para el mundo. Bastaría con que aprendiese de los méritos que han llevado a Jorge Bergoglio a este lugar: cercanía, humildad, sensibilidad, consistencia entre pensamiento y acción.










