

Argentina tiene una nueva estación anual: el invierno extendido. Una categoría que abarca los meses de abril a octubre y que le permite al ENARGAS decidir cortes de servicio sobre todos los grandes consumidores, mismo si hubiesen firmado contratos no interrumpibles con los productores.
Para este año los cortes de gas para las industrias y usinas, en esta estación del año, superarían los 26 millones de m3/día, sobre una demanda de 110 millones. Es decir: que faltará más del 20% del gas demandado por los grandes usuarios. Los generadores de electricidad podrán sustituir ese gas con fueloil o gasoil importado (aunque sea más caro y contaminante), pero los industriales no llegarían a compensar con un producto que por su elevado costo los dejaría fuera de un escenario competitivo. Claro que en una Argentina autárquica, parece, no hace falta ser competitivo si el Secretario de Comercio decide proteger a tu sector...
En el caso eléctrico, la desaceleración del nivel de actividad del primer trimestre había dado algo de aire a la demanda que suele colapsar cuando el termómetro supera los 30ºC. Un consuelo de por sí poco estimulante.
La extensión del invierno no tiene tanto que ver con el clima como con el incesante requerimiento de gas y combustible líquido importado, que a la hora de cuantificar choca contra las insólitas estadísticas de funcionarios del Ministerio de Planificación, que aseguran que Argentina importa apenas 8% del consumo energético.
La técnica deductiva muchas veces reemplaza y permite testear los datos observables. Así fue como desde Fundación Pensar se acaba de cotejar que los 500 productos que están en la canasta de Moreno tuvieron un aumento de 289% en los últimos 7 años. Asimismo, a partir de la última información de Secretaría de Energía y de Aduana, sabemos que el gas natural participa en más de 50% de la generación de energía primaria, y que 25% o más, tomando el promedio anual, es importado. Aplicando el álgebra elemental este solo ítem impacta en más de 12% del total de energía primaria consumida. Con caída de producción acentuándose a una tasa del 7% anual la brecha tiende a agrandarse, a pesar del nuevo valor de 7,5 US$ ofrecido a los productores por parte de un gobierno que pierde credibilidad a partir de la difusión de la propia estadística falaz.
De acuerdo. Tenemos un diagnóstico. ¿Ahora qué? Sabemos que a partir de que volvamos a ser un país normal vamos a tener que pagar más cara la energía como usuarios, y no como contribuyentes, dado que la provisión de energía está saliendo en gran medida del Presupuesto Nacional. Basta con chequear la suba desproporcionada de los subsidios energéticos, que este año pueden llegar a ubicarse en los $100.000 millones. Mientras tanto, todas las empresas de servicios siguen viendo deteriorados sus balances, a pesar de que no están pagando toda la energía que reciben de CAMMESA, que también se ha visto desbordada por el traspaso de contratos entre generadores y grandes usuarios.
Que la energía escasa es más cara ya lo están experimentando en carne propia los grandes usuarios industriales, que llegan a pagar por el Gas 13 dólares por MMBTU (dándole atractivo a proyectos de biogás, tiempo atrás impensados). El tema es que por cada gran usuario existen miles de consumidores residenciales, cada uno con el mismo poder de voto.
Analizando la experiencia brasilera del último intento de suba de tarifas en el transporte, queda claro que si la sociedad se sigue saturando de un gasto público ineficiente que no mejore la calidad de vida de los ciudadanos, las chances de éxito de un programa que reconozca costos energéticos mayores van a ser muy bajas.










