

Contrariamente a lo que pueden pensarse, los gobiernos K, tanto el de Néstor como el de Cristina, vienen siendo una gran oportunidad para que jóvenes economistas con grandes ambiciones encuentren amplias posibilidades de desarrollo. Los funcionarios del área económica o del Banco Central solían ser personajes de avanzada edad, serios, solemnes, ampliamente conocidos por la opinión pública y los lobbies industriales y financieros, adscriptos a alguna escuela internacional de pensamiento económico y rodeados de lo que llamaban su equipo. El kirchnerismo terminó con esta tradición al despedirse de Lavagna y acelerar vertiginosamente la carrera de varios jóvenes que en pocos meses lograron lo que en otros tiempos demandaba años.
Miremos algunos ejemplos. Para reemplazar a Lavagna, Néstor buscó a una economista, Felisa Micheli, discípula de su antecesor, que lamentablemente para ella no se la recordará por sus ideas progresistas y sus vinculaciones con colegas desarrollistas destacados, sino por una mucho más prosaica bolsa de dinero guardada en el baño de su despacho, descubierta en lo que se describe como una zancadilla de otro ministro con ganas de reducirle su poder. A continuación se nombra a un joven, Miguel Peirano, de perfil industrialista, que según se ha dejado deslizar de su entorno abandonó el gobierno porque no aceptaron su propuesta de normalizar el Indec. Las preferencias por las jóvenes figuras lejos de disminuir se incrementaron. Así aparece en la cumbre de la gestión económica el joven Martín Lousteau. Su aire descontracturado y su disposición para cambiar sus opiniones personales publicadas anteriormente si la función pública requería la revisión, como le ocurrió con la crítica y luego el apoyo a las retenciones agrícolas, no fue suficiente para evitar convertirse en la víctima ministerial de la peor crisis sufrida por la pareja gobernante K: La famosa Resolución 125 y el conflicto con el campo. Le siguió en el Ministerio un hombre no tan joven, Carlos Fernández, pero sí con una enorme virtud: Ser extremadamente callado. Pero luego viene lo más interesante. Por un lado, la carrera de Amado Boudou, joven funcionario del ANSES, Ministro de Economía, Vicepresidente y, según algunas denuncias, empresario entre bambalinas. Con formación que podría ser tildada de liberal y pertenencia política a la agrupación estudiantil universitaria UPAU inspirada por lvaro Alsogaray, en su tiempo orgullosa de defender la libertad de empresa, no tuvo reparos en sumarse al modelo K y, quizá lo que más sorprende, no tuvieron tampoco reparos en aceptarlo. Boudou también luce ese estilo informal que parece seducir tanto. Pero su auge no se originó en las ideas clásicas de la economía, sino, según parece, en haber llevado a la mesa de decisiones K una propuesta que implicaba una jugada muy fuerte: Estatizar las AFJP. Con ella, se apartó muy lejos de la empresa privada, aunque algunos sostienen que volvió a sus antiguas convicciones económicas cuando evitó la estatización de la empresa Ciccone.
Sin embargo, los mal pensados dicen que no está claro si en eso pesaron sus ideas o sus interesesà Junto con él, aunque con un origen ubicado en las antípodas, está la figura estrella del momento: el joven economista estudioso de Marx y de Keynes, Axel Kicillof. Nuevamente encontramos el look informal, en este caso prescindiendo siempre de las corbatas (¿reivindica a los descamisadosde los años 50?). Su carrera es igualmente meteórica. De joven docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, termina siendo el numen del pensamiento económico del país y pasa a manejar su empresa más importante, sin responder a un grupo accionista, sin una carrera gerencial atrás y sin conocimiento previo de la actividad.
En definitiva, aconsejando al gobierno K cómo estatizar la participación con la cual se controla a la poderosa YPF sin aportar un solo peso. ¿Qué rara virtud tiene el modelo K para amalgamar jóvenes provenientes de escuelas tan disímiles como el liberalismo y el marxismo? ¿Cómo Amado y Axel pueden habitar el mismo entorno de poder? ¿Cuál es la racionalidad con que se los elige?
No sabemos muy bien las respuestas a estos interrogantes. Sin embargo, a los estudiantes de economía más ambiciosos, con irrefrenables deseos de mudarse a un barrio elegante, les recomendamos que si quieren una carrera rápida en el sector público traten de encontrar una forma creativa de agrandarle la caja al gobierno, más allá de los impuestos. Las historias de Amado y Axel prueban que en tiempos K, ése es el camino con la salida laboral más efectiva.










