

¿Cuántas veces dijiste frases como “quiero que me vaya mejor” o “quiero vender más”? Suenan positivas, pero en realidad no lo son.
Desde la neurociencia está comprobado que cuando deseás algo desde la sensación de escasez, el cerebro asocia esa emoción a la falta, no al resultado. Y así terminás repitiendo más de lo mismo. El cerebro necesita una dirección clara y objetivos específicos, formulados en positivo, para activar las redes neuronales del logro.
Cuando no definimos con precisión qué queremos, no le estamos dando una orden clara a nuestra mente. Decimos “mejor”, pero… ¿en qué? ¿En ventas, en libertad, en tiempo, en paz? O decimos “más”, pero… ¿cuánto más? ¿En qué período de tiempo? No es lo mismo vender un millón de pesos en un día que en un mes.
Ahí entra en juego una parte fascinante de nuestra biología: el Sistema de Activación Reticular (SAR). Este sistema actúa como un filtro que selecciona la información que tu mente considera relevante y descarta el resto. En otras palabras, te muestra más de aquello en lo que enfocás tu atención.
Tu mente funciona como un algoritmo
Es muy parecido al algoritmo de Instagram: cuando mirás o interactuás con cierto tipo de contenido, la plataforma interpreta que eso te interesa y empieza a mostrarte más videos similares. Tu cerebro hace exactamente lo mismo. Si lo entrenás para enfocarse en oportunidades, soluciones y crecimiento, va a empezar a detectar más de eso en tu entorno. Pero si tu foco está en la falta, el miedo o la escasez, el “algoritmo interno” te mostrará más razones para confirmar esas creencias.
Seguro te pasó que estás pensando en algo o en alguien y, de repente, lo encontrás o recibís noticias. Eso mismo es tu SAR en acción, mostrándote señales alineadas con aquello en lo que tu atención eligió enfocarse.
Ponete a prueba: escribí ahora mismo algo que sea de tu interés o algo que quieras manifestar. Por ejemplo: “quiero atraer diez clientes que valoren mi trabajo en los próximos 30 días”.
Durante este mes vas a notar cómo empezás a ver más situaciones o surgen ideas que te acercan a eso. Es tu cerebro mostrándote lo que antes no registrabas, simplemente porque ahora le diste una orden clara. Tu SAR empieza a buscar caminos concretos para acercarte a tus objetivos.
La claridad es poder
Cuando definís un objetivo con detalle, tus pensamientos, emociones y acciones se alinean en la misma dirección. Ya no te levantás cada día “a ver qué pasa” sino que tenés un propósito que guía cada decisión, incluso cuando las cosas salen distinto a lo planeado.
No se trata solo de soñar en grande, sino de entrenar tu mente con pasos progresivos. El crecimiento sostenible se construye con objetivos escalonados, no con saltos imposibles. Si este año llegás a cierto nivel de facturación, proponete un 10 o 20 % más para el próximo trimestre. Ese avance medible le da a tu cerebro una señal de progreso.
El error más común de los emprendedores es querer ir del punto A al punto Z sin construir los puntos intermedios. La mente no entiende los saltos gigantes, pero sí responde muy bien a los pequeños pasos que se repiten con coherencia.
Por eso, mi mejor consejo es este: definí una meta clara para el cierre del año. Que sea específica, medible y tenga sentido para vos. Usala como base para el próximo ciclo y proponete crecer un porcentaje más cada mes o cada trimestre. No importa el tamaño del paso, lo importante es mantener la dirección.
Cuando sabés hacia dónde vas, el SAR se convierte en tu mejor aliado. Empieza a mostrarte lo que antes no veías: oportunidades, contactos, ideas y soluciones.
Antes de terminar este año, preguntate: ¿qué quiero lograr exactamente? ¿cómo quiero sentirme cuando lo logre? ¿qué paso puedo dar hoy para acercarme a eso?
El cierre de año es la excusa perfecta para reprogramar tu enfoque y entrenar tu SAR. No importa dónde estés hoy… si elegís una dirección clara y sostenés la acción, día tras día, tu mente va a hacer el resto.
Y cuando eso pase, no solo van a cambiar tus resultados, va a cambiar la forma en la que ves el mundo.
Más Videos










