La medicina reproductiva atraviesa un cambio estructural. Por primera vez, tecnologías de precisión permiten estandarizar procesos que históricamente dependían del ojo, la experiencia y el pulso de los médicos.

Para Tomás Quintana, jefe de la sección de Endocrinología y Fertilidad del Cemic, la clave está en entender que los tratamientos in vitro “tienen dos etapas que son indivisibles pero distintas”. Por un lado, explicó, está el trabajo clínico con la paciente, orientado a lograr que el ovario produzca más óvulos. Por el otro, todo lo que ocurre en el laboratorio: “Es la parte en la que se procesan esas gametas, se unen el óvulo y el espermatozoide y surgen los embriones”.

En la práctica diaria, sostuvo, los avances clínicos se apoyan en medicaciones cada vez más específicas: “Son sistemas más dirigidos y casi hechos a medida de los pacientes, de manera que se disminuyen muchísimo las tasas de complicaciones o efectos adversos”. A eso se suman herramientas de monitoreo de nueva generación. “Hay capacidad de medir cómo responde el ovario con IA. Son algoritmos que indican el número de folículos, los óvulos que podemos esperar y cuál es el mejor momento para extraerlos”, detalló.

Pero el salto más profundo ocurre del otro lado, en el laboratorio. Quintana describió una tendencia creciente hacia la automatización: “Los procesos están estandarizados o realizados por equipos con menor intervención de los médicos. Eso da resultados más homogéneos”. El motivo es claro: “Son células muy sensibles, es lo que se llama una cirugía de una sola célula. Mientras mayor precisión tenga, mejor”.

Otro avance central es la observación continua del embrión. “Hoy tenemos equipos que permiten mirar al embrión las 24 horas con una cámara. Eso una persona no podría hacerlo: sacar conclusiones todo el tiempo y entrenar algoritmos con esas conclusiones”, explicó. Esa información, combinada con IA, permite anticipar cuál es el embrión con mayor potencial.

La estandarización también avanza desde la biotecnología. Delfina Vilieri, CEO de Embryoxite, señaló que su compañía desarrolla un test no invasivo para predecir, mediante un modelo de IA que analiza datos moleculares, cuál es el “score de implantación” de cada embrión. “El hecho de que no sea invasivo es un tema. Ese embrión, que por cinco días crece por fuera del vientre materno, se alimenta de un medio de cultivo. Tomamos una muestra de ese líquido y determinamos qué moléculas nos pueden predecir embarazo clínico”, explicó.