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En un tablero geopolítico global marcado por la persistente sombra de conflictos armados y la creciente tirantez entre las principales potencias, una posible jugada de Estados Unidos amenaza con reconfigurar el curso de la guerra entre Ucrania y Rusia.

Según una reciente publicación del medio estadounidense The HuffingtonPost, el presidente Donald Trump habría esbozado un plan que implicaría un repliegue significativo, o incluso la eliminación total, del crucial apoyo diplomático y militar que Washington ha brindado hasta ahora a Kiev.

Esta potencial retirada de uno de los principales aliados de Ucrania ha encendido las luces de alarma en las capitales europeas y, de manera especialmente intensa, en Kiev. La dependencia del respaldo estadounidense ha sido un pilar fundamental para la capacidad ucraniana de contener el avance de las fuerzas rusas.

La posibilidad de un cambio de rumbo en la política de Washington ha generado una sensación de incertidumbre y vulnerabilidad en la nación invadida.

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Fuentes cercanas al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, citadas por el medio estadounidense, habrían expresado su profunda preocupación ante este escenario. La perspectiva de quedar desamparados frente al poderío militar ruso ha sido calificada como "alarmante", exponiendo la fragilidad de la defensa ucraniana ante una potencial disminución del flujo de ayuda occidental.

Sin embargo, la incertidumbre generada por la posible estrategia estadounidense ha actuado como catalizador para una respuesta europea. En paralelo a las revelaciones sobre el plan de Trump, la Unión Europea estaría acelerando la implementación de un ambicioso proyecto de rearme continental.

Bajo la denominación "ReArm Europe", se habría propuesto un plan de inversión de 800.000 millones de euros con el objetivo primordial de fortalecer la autonomía defensiva del bloque ante la eventualidad de una pérdida del apoyo transatlántico.

Este significativo refuerzo militar europeo buscaría, según analistas, prevenir que Rusia pueda explotar cualquier vacío de poder resultante de una menor implicación estadounidense. El temor latente es que una retirada de Washington pudiera envalentonar a Moscú a expandir su ofensiva, desestabilizando aún más la región y potencialmente arrastrando a otros actores internacionales al conflicto.