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Durante mucho tiempo, la autoconsciencia ha sido considerada como un rasgo distintivo del ser humano: la capacidad de ser conscientes de nosotros mismos, nuestras experiencias y nuestro lugar en el mundo. Esta capacidad es fundamental para tomar decisiones importantes.

No obstante, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Cardiff y el University College de Londres desafía esta visión tradicional. Sugiere que la autoconciencia no evolucionó primordialmente para beneficio individual, sino como una herramienta esencial para la supervivencia y el progreso social.

La autoconsciencia como puente social

En su estudio publicado en Interalia, Peter Halligan y David Oakley argumentan que la autoconsciencia no se limita a ser un proceso individual, sino que evolucionó como parte integrante de un sistema complejo de interacciones sociales.

En lugar de enfocarse únicamente en beneficios personales, los investigadores sugieren que la autoconciencia se desarrolló para facilitar la comunicación y la colaboración dentro de los grupos sociales.

Al comprender nuestras propias experiencias y emociones, nos capacita para compartirlas con los demás. Esto nos permite expresar ideas, sentimientos y motivaciones, estableciendo un terreno común que potencia el trabajo en equipo.

De esta manera, la autoconsciencia actúa como un vínculo que fortalece las relaciones sociales, contribuyendo a la formación de comunidades más unidas.

Relación con la cultura y la genética

Esta visión se alinea con los avances en genética que sugieren que la cultura y la sociedad pueden influir en la transmisión de rasgosentre generaciones, incluso más allá de la pura biología.

La sociabilidad se convierte así en una estrategia de supervivencia que moldea la evolución del cerebro y la cognición, incluyendo la autoconsciencia.

Si la autoconsciencia se desarrolló para mejorar las relaciones sociales, esto sugiere que la colaboración y la cooperación han sido claves para nuestra supervivencia y éxito como especie.

Grupos con individuos más capaces de expresarse y comprenderse mutuamente habrían tenido una mayor probabilidad de prosperar y superar desafíos, transmitiendo estas habilidades a las generaciones posteriores.