

Golpeado por las manifestaciones de los llamados "chalecos amarillos" que amenazan con caldear el ánimo social de manera irreversible, el presidente francés, Emmanuel Macron, dio un golpe de timón a su presidencia y lanzó una serie de medidas de corte social.
En un mensaje televisado declaró el "estado de emergencia económico y social" con anuncios que satisfacen reclamos concretos de trabajadores y la clase pasiva.

Catalogado como el "presidente de los ricos" gracias a su decisión de eliminar el impuesto a la riqueza, Macron quiso desactivar ese estereotipo y desprenderse, de paso, del aura de presidente arrogante y desconectado de la realidad.
Fueron cuatro anuncios que tendrán un impacto inmediato sobre los bolsillos de millones de franceses.
El salario mínimo, que es de 1498 euros brutos, subirá cien euros; freno al aumento de los aportes para acceder a las jubilaciones con pensiones inferiores a los 2000 euros; quite de aportes impositivos a las horas extra, y el reclamo oficial a empresas para que paguen a sus empleados un bono especial de fin de año, no sujeta a impuestos.
Lo que no sucedió fue el anuncio de revocar la eliminación del impuesto sobre las riquezas, pero dio el giro a la izquierda que muchos, incluso dentro de su propio partido, le estaban reclamando.

"He podido herir a algunos de vosotros por mis palabras", admitió, antes de juzgar comprensible la "cólera de la madre soltera o divorciada que ya no tiene vida ni los medios para cuidar a sus hijos (...), de los pensionistas modestos que han contribuido toda su vida y a los que, pese a la ayuda de sus hijos, no les alcanza".
Pese a todo, condenó con fuerza la violencia registrada en las protestas y aseguró que sus autores "no se beneficiarán de ninguna indulgencia".
Y finalizó su discurso, de trece minutos, con una alusión algo ambigua a la necesidad de abrir un debate nacional sobre la inmigración y de revisar el sistema de representación política para que se tenga en cuenta el voto en blanco, entre otras cuestiones.

Las primeras reacciones entre los grupos de "chalecos amarillos" que escucharon con atención las palabras del presidente fueron más bien críticas, con varios portavoces catalogando como "migajas" los anuncios de Macron.
Especialmente severo fue el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélénchon, quien en una intervención nada más concluir la del mandatario pidió a la gente que vuelva a manifestarse masivamente el próximo sábado por quinta semana consecutiva.
"Todo lo que ha anunciado Macron será pagado por el pueblo, nada por los ricos. Ninguna de las reivindicaciones populares por una democracia más participativa ha sido tenido en cuenta", señaló el máximo dirigente de La Francia Insumisa.
Por su lado, la ultraderechista Marine Le Pen se felicitó en Twitter pues el presidente "renuncia a una parte de sus extravíos fiscales, pero rechaza admitir que es el modelo del cual él es el campeón lo que está siendo contestado".














