Millones de personas vestidas de blanco salieron hoy a las calles de Colombia para protestar contra la guerrilla de las FARC, exigiéndole la liberación de los secuestrados y el fin de la violencia.

Durante la protesta fluyó la rabia y la indignación que desató 10 días antes el asesinato a sangre fría de tres policías y un militar que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tenían cautivos desde hace más de 10 años.

‘íNo más FARC!‘, ‘íNo más FARC!‘, ‘íLibertad!‘, ‘íLibertad!‘, ‘íVivos los llevaron, vivos los esperamos!‘, se escuchó entre los manifestantes que marcharon con banderas blancas y de Colombia mientras hacían sonar silbatos.

‘Colombia entera se está pronunciando, diciéndole a los violentos no más violencia, no más secuestros, diciéndoles que queremos nosotros la paz, que no es solamente el Gobierno, es todo Colombia‘, dijo el presidente Juan Manuel Santos.

‘Es un mensaje contundente de una población que está hastiada de violencia‘, agregó el mandatario quien exigió la liberación de los rehenes secuestrados por las FARC.

En poder del grupo rebelde activo más antiguo de América Latina continúan 12 efectivos de las Fuerzas Armadas y por lo menos 300 civiles, de acuerdo con estadísticas oficiales.

La manifestación -que se extendió a ciudades de Estados Unidos, Canadá y Europa- fue vista por los organizadores y el Gobierno como exitosa, en un país de 46 millones de habitantes donde han sido escasas las protestas contra la violencia derivada del conflicto interno de casi cinco décadas.

Esta expresión de protesta fue convocada a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Las más recientes manifestaciones previas se produjeron en el 2008 y en las mismas participaron millones de personas.

Las FARC, con unos 8.000 combatientes -bastante menos que los 17.000 que llegaron a tener-, son capaces de perpetrar ataques de gran impacto en ciudades y en las zonas montañosas donde se refugian, pero están amenazadas por una intensa ofensiva militar que ha acabado con varios de sus líderes.

Ante la negativa a avanzar a una negociación de paz pese a que el Gobierno ha dicho estar abierta a ella, aunque con condiciones, el grupo rebelde visto como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea se arriesga a convertirse en una facción criminal dedicada al narcotráfico y al secuestro.