España se pregunta si la Argentina "vuelve a las andadas del pasado"

Así lo cuestiona el principal diario económico ibérico a través de una columna firmada por su director adjunto, Martí Saballs Pons.

La primera vez que me asaltaron en Argentina fue a la salida del campo de fútbol de la Bombonera en junio de 2001. El Boca Juniors -club presidido entonces por Mauricio Macri - acababa de ganar la copa Libertadores al Cruz Azul mexicano. Los $ 100 que llevaba en el bolsillo -una recomendación que me dieron era siempre llevar esta cantidad como seguro de vida en caso de robo- valían entonces $ 100. Dos años y medio después, en el segundo y último robo que padecí, dentro de un restaurante de San Telmo, los $ 100 que di a los ladrones valían ya menos de u$s 33. Si me hubieran robado ayer, estos cien pesos tendrían un valor de 4,4 dólares. Vivir en vivo y en directo la catástrofe económica y financiera de un país, como la que observé en Argentina a principios de siglo, no se olvida. Me sirvió incluso como vacuna para comparar con la crisis del euro y la recesión europea.

La crisis institucional de 2001-2002, que situó al país al borde de la anarquía, acabó con la llegada al poder de un nuevo modo de entender el peronismo con la elección de presidente de Néstor Kirchner. Renegociar los u$s 150.000 millones de deuda nacional llevó dos años de negociación con el FMI y la quita de un 80% de la emisión de la deuda pública. Argentina vivió los años noventa un espejismo económico, producto de la dolarización de la economía ideado por el exministro Domingo Cavallo. Con el cambio de escenario internacional de 2000 y 2001, las finanzas públicas argentinas se resquebrajaron. La solución, canje tras megacanje de deuda, fue una patada hacia delante. Se aceleró la huida de depósitos que dio paso al pánico y a la instalación temporal del corralito. Cavallo, en una entrevista concedida a EXPANSIÓN en octubre de 2002 confesaba:"El 95% de la responsabilidad de lo ocurrido es de los argentinos. Si el FMI tiene alguna culpa no es superior al 5%."

Por ser breve, la Argentina de Néstor Kirchner, tras decidir dejar de pagar buena parte de la deuda, se salió del sistema financiero internacional e inició una larga travesía del desierto: empobrecimiento y paro. Argentina se instaló en una semiautarquía económica. A falta de importaciones, renació la producción interna y las exportaciones agrícolas -desde soja hasta vacuno- e impulsó la recuperación parcial del país a medio plazo. Sin embargo, salvo movimientos muy especulativos o inversiones de alto riesgo nadie aterrizaba en el país austral. Las empresas que mantenían sus posiciones en Argentina era por razones históricas. La presidencia de Cristina Fernández de Kirchner redobló el papel proteccionista, sesgado incluso de mayor populismo del que había defendido su ya fallecido marido. La inflación se dispara durante su mandato a un 24% oficial -40% según las consultoras privadas- mientras la corrupción seguía sobrevolando todo el sistema.

La llegada de Macri al poder se vio como aire fresco. En noviembre de 2015 el exalcalde de Buenos Aires ganó las elecciones presidenciales con un mensaje claro: recuperar la confianza internacional, atraer inversiones, volver a los mercados financieros -emite de nuevo bonos al exterior-, y hacerlo a través de un plan de choque económico que acabe con los controles y el proteccionismo económico que impedía el desarrollo nacional. Objetivo: reducir el gasto público. Pide sacrificios a corto plazo para ganar a largo. En Argentina definían la historia de su país como un péndulo, incapaz de encontrar un equilibrio político y económico. ¿Sería Macri capaz de romper con el pasado?

De nuevo, como en 2001, un cambio del escenario internacional con la subida de los tipos de interés en Estados Unidos, vuelve a poner contra las cuerdas a Argentina por su eslabón económicamente más débil: la moneda. Los argentinos, en cuanto tienen la más mínima duda de la evolución económica del país, abandonan su divisa para comprar dólares. ¿En segunda instancia? La inflación. En 2017, los precios subieron un 25,7% y el FMI estimaba en su último informe que caerían al 15,4% en 2019. Estas predicciones ya están en el limbo. Tras haber subido los tipos al 40%, ayer el Gobierno de Argentina inició las conversaciones con el FMI para pedir un rescate dieciséis años después.

Es demasiado precipitado pensar en las consecuencias de lo ocurrido estos días. Es fácil volver a levantar el miedo escénico y los recuerdos del pasado. Hay quien empieza a recordar que solo el peronismo -este anormal movimiento político, autoritario y populista, que ha definido a presidentes tan distantes ideológicamente como Carlos Menem o el matrimonio Kirchner- es capaz de gobernar sin sobresaltos; y que las grandes crisis se originaron con presidencias no peronistas: Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Mauricio Macri parecía la oportunidad para romper el péndulo. Argentina es el país del querer y no poder, capaz de lo mejor y de lo peor. Solo con el apoyo del FMI no basta. Y el contexto internacional no es excusa.

 

* Martí Saballs Pons, director adjunto del diario económico español EXPANSION

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