En esta noticia

Pocas cosas son tan características de una pareja como los apodos que se ponen. Desde el clásico "amor" o "mi vida" hasta inventos rarísimos que solo los implicados entienden, estos sobrenombres son como el idioma secreto de la relación: ayudan a crear complicidad y a sentirse únicos.

Sin embargo, no todos los apodos son tan inofensivos como parecen. Según quienes que estudian el comportamiento de las parejas, hay algunas palabras que, en lugar de ser una muestra de cariño, pueden ser una señal de que algo no anda del todo bien.

Según el psicólogo estadounidense Mark Travers, hay tres apodos en particular que podrían estar relacionados con vínculos destinados a fracasar. El problema, según el especialista en relaciones, es cuando se usan como un escudo para no hablar de lo que realmente pasa o para esquivar una emoción complicada

Tu relación está condenada al fracaso si con tu pareja usan uno de estos tres apodos

El primer apodo que está en la lista negra de los expertos es "bebé" (o su versión en inglés, "baby"). Puede sonar dulce, pero esconde un problema de poder bastante grande. Cuando le decís "bebé" a un adulto, sin querer se lo está poniendo en un lugar de debilidad, como si no pudiera cuidarse solo. Esto crea una dinámica despareja, donde uno es el que cuida y protege, y el otro es el que necesita ser cuidado.

¿Qué pasa a la larga con esto? La persona tratada como "bebé" empieza a sentir que no la ven como un par, como un adulto con todas las letras. La relación, en vez de ser un equipo de dos, se pone más parecida a la de un padre o madre con su hijo. Este desequilibrio se carga la admiración y, lo más importante, frena el crecimiento de los dos como personas y como pareja.

Otro clásico que puede traer problemas es "cariño", que a pesar de su sonido afectuoso, puede esconder una intención problemática.

Como explica el especialista, a menudo se utiliza para desactivar una conversación o minimizar las emociones del otro. Una frase como "no te preocupes por eso, cariño" puede ser, en realidad, un recurso para evitar un tema incómodo y, de paso, invalidar la preocupación legítima de la pareja.

Esta actitud tiene un nombre: infantilización emocional. Consiste, básicamente, en tratar al otro como si fuera una persona frágil o irracional, cuyas opiniones y sentimientos no merecen ser tomados en serio. Travers advierte que esta dinámica, cuando se convierte en un patrón habitual durante los conflictos o las conversaciones importantes, puede ser muy dañina para la salud mental de quien la recibe.

El tercer apodo que puede hacer ruido es "ángel", otro que puede resultar engañoso, sobre todo por el momento en que suele utilizarse. Con frecuencia, aparece justo después de una discusión como un intento de calmar el ambiente sin haber resuelto el conflicto de fondo. Como advierte el psicólogo, una frase como "mi ángel, no te enojes" puede sonar dulce, pero su verdadera función es esquivar la conversación necesaria sobre el problema.

Esta táctica se conoce como apaciguamiento emocional y, según el especialista, es un obstáculo para construir una intimidad real.

Si bien estas expresiones ofrecen un alivio momentáneo, el experto sostiene que usarlas como un "reemplazo del trabajo emocional profundo" termina por desgastar la confianza y la conexión en la pareja.