Hay viajes que la dejan a una con el alma partida. O con la cabeza quebrada, dada vuelta. Escribir una crónica respetando esa máxima del periodismo que dice que no se puede hacer en primera persona fue muy difícil. Pasé alrededor de 32 horas arriba de una mula, cruzando cerros y montañas de más de 4.000 mts de altura, y la mayor parte del tiempo el movimiento constante del paso del animal mecía los pensamientos sin forma, que surgían y se iban, que pasaban, que nunca se quedaban. Pensé una y otra vez, casi como un mantra, en esa respuesta de Herzog sobre qué pensaba del cine. En el caso de los Andes, se está ahí, con la facticidad de la montaña, y las preocupaciones se vuelven tan inmediatas que se distraen las barreras habituales, y entonces las emociones, los encuentros, las palabras y los paisajes se vuelven parte de una. Esa inmensidad se queda adentro.
La sequedad; las espinas que cubren las superficies de cada una de las plantas a esa altura, en donde casi no hay agua y el viento helado corta la piel; los senderos estrechos y las bajadas abruptas; el frío; la lenta marcha y la ansiedad; la felicidad de los encuentros y los abrazos mullidos por la cantidad de ropa; el miedo; el agotamiento; la inmensidad; los animales cansados; los ríos de deshielo; los agricultores chilenos y sus cabras; los guanacos; los cóndores con las alas desplegadas; la tierra; la sequedad de nuevo; el cuerpo que parece que no aguanta pero sigue; los cielos estrellados; la luna cuando sale detrás de las montañas nevadas; los mates; los arrieros; los amigos; más abrazos; el profundo entendimiento; el apunamiento; la falta de aire y el aliento cortado; el abrigo; las botellas de agua; el mate cocido con pan un poco duro; la cincha del caballo; la melancolía; la felicidad y las lágrimas; el olvidarse de todo; el no pensar en nada; la nada; el todo; el galope; las mantas a la noche; el refugio; el cocinero; los guisos; la guitarra; las coplas de Abel subido a su caballo; el agradecimiento; el llanto; las mulas cargueras; las fotos; los llantos de la lluvia marcados en las montañas desde la cima hasta la base; las piedras y el camino; la música; el vino; el descanso; el baile de los chilenos en el límite; el clarin sonando temprano; los bolsos; el hambre; talón y talón. Cruzar los Andes. A caballo. O en mula. Las personas.
P GINAS:
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