

En la mente de todos, Londres, famosa por sus cielos plomizos, está más estrechamente asociada con la lluvia que con la escasez de agua. Sin embargo, ante la amenaza de un creciente riesgo de futuras sequías, una de las empresas suministradoras de agua de la ciudad elaboró un plan para transformar el agua salada en agua potable, una técnica normalmente utilizada sólo en los lugares desérticos.
Thames Water, que quiere solicitar una autorización para construir una planta de desalinización de 302 millones de euros en el estuario del Támesis, está luchando contra un problema al que se enfrentan muchas otras ciudades por la escasez de agua. Los pronósticos de veranos cada vez más calurosos y secos y el aumento de la población está ejerciendo una gran presión sobre los suministradores de agua. “Ya estamos utilizando más de la mitad del agua de lluvia disponible. Nos estamos viendo obligados a buscar soluciones más innovadoras , dice la compañía, perteneciente al grupo alemán de servicios públicos RWE.
La drástica medida forma parte de una tendencia más amplia. Desde California hasta China, pasando por el Mediterráneo y México, todas las regiones del mundo están poniendo su mirada en el océano como potencial fuente de agua potable. En las próximas dos décadas se invertirán en el mundo más de 70.000 millones de dólares en plantas de desalinización y sus equipos, según los Laboratorios Nacionales Sandia, del Departamento estadounidense de Energía.
El procesamiento del agua marina no es nuevo. Los estados petroleros de Oriente Medio llevan más de medio siglo utilizando la desalinización.
Arabia Saudita, el mayor productor mundial de agua desalinizada, obtiene del mar el 70 por ciento del agua potable.
Pero a lo largo de la última década, el interés en esta tecnología se ha visto incrementado por la dimisnución de los costos. No obstante, la desalinización sigue siendo la más cara de las opciones para obtener agua potable.










