

El fetichismo de la manufactura ha vuelto con fuerza y es fácil entender el porqué. La gente ha ganado grandes cantidades de dinero para sí mismos –y en ocasiones también aseguraba estar creando grandes cantidades de riqueza para la sociedad– con el intercambio de papelitos. Sin embargo, desde el comienzo de la crisis financiera del 2007/2008 la opinión pública ve con creciente escepticismo ese proceso. En la actualidad, la afirmación de que la auténtica riqueza sólo puede lograrse fabricando cosas llega a gente más predispuesta a creerla. Son muchos los que dicen que no se puede tener una economía de peluqueros.
Pero tampoco se puede tener una economía de trabajadores siderúrgicos. Mao Tsé Tung intentó lograrlo: alentó la construcción de hornos en los patios traseros de las casas para que los campesinos pudieran fundir sus ollas y sartenes para cubrir las metas nacionales de producción de acero. En general, no se considera que este haya sido experimento exitoso.
La productividad de las economías modernas está basada en la división del trabajo. Si todos cultiváramos nuestros propios alimentos y recogiéramos nuestra leña para usar como combustible, hacerlo nos llevaría la mayor parte del día. Habría poco tiempo disponible para la conversación, el entretenimiento, la negociación de derivados o la invención de nuevos bienes.
El mundo fue así durante la mayor parte de su historia, y todavía sigue siéndolo en muchas regiones. Pero las tareas especializadas permitieron lograr economías de escala y la gente pudo concentrarse en el tipo de trabajo para el que los individuos o las compañías estaban, o llegaron a estar, particularmente capacitados. Como era necesario dedicar menos tiempo a fabricar herramientas, cazar y recoger frutos, había más tiempo disponible para charlar, tocar instrumentos musicales, crear peinados nuevos, vender seguros y descubrir cómo funcionaba el mundo. Algunas actividades nuevas requerían habilidades menos comunes y, en consecuencia, estaban bien remuneradas.
Pero las actitudes que surgieron en esas épocas más primitivas siguen estando muy incorporadas en nuestra cultura. Sentimos instintivamente que el trabajo real debe demandar esfuerzo físico y estar basado en la manufactura, la agricultura o la minería. Si los hombres no trabajan de esta manera dedicada, sus mujeres e hijos se mueren de hambre. Los que no transpiramos en el curso de nuestra jornada laboral, a menudo sentimos un poco de vergüenza porque en general recibimos mucho mejor paga que quienes todavía realizan tareas manuales. Los que tienen ocupaciones menos físicamente activas, como los operadores de bonos o los abogados, se esfuerzan por insistir en lo arduo que es su trabajo, y sus empleadores suelen crear climas de trabajo que hacen que su tarea sea más difícil de lo que debería ser.
Hoy en día el trabajo manual es barato porque el mundo no tiene escasez de manos. Los productos manufacturados que son íconos de la vida moderna son el iPod y los misiles crucero, la pastilla de Viagra y la lata de Coca-Cola. En cada uno de estos casos, el contenido en términos de recursos es la parte menos importante del valor del producto, y lo mismo puede decirse del costo de manufactura. En realidad, son servicios empaquetados. Alemania tiene una proporción más alta de producción manufacturada que la mayoría de los países, pero es ilustrativo analizar las exportaciones alemanas de manufactura y detectar el foco en la ingeniería de precisión y los productos químicos especializados.
Tradicionalmente, la mercadería viajaba hacia uno y uno viajaba hacia los servicios, y las exportaciones correspondían predominantemente a bienes manufacturados. Pero ya en el siglo XIX los ingenieros británicos construían ferrocarriles en todo el mundo, los barcos mercantes británicos llevaban productos a todas partes, y la agencia británica Reuters difundía las noticias del mundo. Y es sobre la base de esas tradiciones que Gran Bretaña es aún hoy un importante exportador de servicios de ingeniería civil, de seguros náuticos y consignación de buques, y de servicios para los medios de comunicación.
El Viagra y la Coca-Cola muestran que un servicio puede viajar, y la tecnología permite que los servicios viajen de manera más rápida y barata. Desde que tengo memoria, los libros que Gran Bretaña exporta han sido fabricados a partir de árboles que crecían en el extranjero pero después, con la globalización, el papel también se fabricó en el exterior, y cada vez fue más frecuente que la impresión también se hiciera afuera. Pronto los embarques serán totalmente electrónicos: vender un libro no involucrará un objeto físico. La división del trabajo se hace mas sofisticada y, en el proceso, en general incrementa la riqueza de todos los involucrados.
Tal vez ya es hora de que los fetichistas de la manufactura dejen atrás unas categorías que surgieron a partir de las necesidades del hombre de la Edad de Piedra en materia de alimentación y alojamiento.










