Si nos detenemos a pensar que tipo de políticas económicas necesitan ser implementadas en Argentina para alcanzar crecimiento sostenido en el tiempo, una de los temas a resolver sería la secuencia y el timming de las decisiones a tomar. Al respecto, en IERAL se tiene la percepción que para lograr aquel objetivo el país necesita tanto de políticas de shock como medidas con implementación gradual en el tiempo.

El shock debe ser de cambio de actitud, mostrar al mundo que el país de la volatilidad, del mayor default de la historia, es capaz de generar nuevas instituciones económicas y fiscales que vuelvan creíbles sus intenciones. El gradualismo se requiere para ir logrando objetivos prioritarios en el término de un período mediano de tiempo, como la reducción en la tasa de inflación sin caer en la recesión, la disminución en la presión tributaria sin caer en insolvencia fiscal, la solución al problema energético sin que resulte socialmente inviable, la educación y capacitación de alrededor de un millón de jóvenes que no trabajan ni estudian, entre otros.

Para ello resultan importantes ciertos acuerdos básicos entre la dirigencia política, empresaria y sindical argentina. Tal concertación ayudaría a generar el shock de confianza, como paso inicial de un proceso de recuperación de la credibilidad.

En muchos países los pactos sociales han sido utilizados con mayor o menor frecuencia. En algunos casos han llegado a constituir un componente fundamental del andamiaje institucional. La razón por la cual surgen es básicamente la necesidad de encauzar los conflictos distributivos y el reconocimiento por parte del Estado de la necesidad de coordinar en forma razonable los intereses y expectativas de los agentes económicos. En Argentina se firmaron acuerdos de este tipo en 1955, 1973 y en 1994, con temáticas y resultados diferentes. En el mundo hay experiencias exitosas en España, Irlanda, Dinamarca, Austria y los Países Bajos, en las décadas del 80 y 90.

Dentro de las experiencias internacionales de acuerdos sociales exitosos, uno de los ejemplos más citados es el de los Pactos de la Moncloa (España) de 1977. A corto plazo, los problemas a resolver con mayor urgencia consistían en moderar la inflación y corregir el desequilibrio externo. A mediano y largo plazo, resolver problemas de tipo estructural: i) Elevar el nivel de empleo; ii) Mejorar las condiciones de competitividad; iii) Eliminar o atenuar las diferencias regionales; iv) Mejorar el cuadro de vida social, ambiental y cultural.

La estrategia de contención inflacionaria consistía en atacar el componente inercial de los aumentos de precios mediante una política de ingresos que pautara aumentos salariales en función la inflación prevista y no pasada. El sector público, por su parte, se comprometía a una mayor austeridad y a restringir la oferta monetaria.

El éxito del programa fue inmediato, reequilibrándose la balanza por cuenta corriente a fines de 1977, con la aparición de un excedente en 1978. Por otro lado, la inflación acabó el año en el 26,4% (se preveía un 80%) y cerró 1978 en el 16%.

Argentina también intentó acordar políticas, como el llamado Pacto Social de 1973, que se firmó entre la Confederación General Económica. la Confederación General del Trabajo y el Estado. El objetivo era primordialmente redistributivo, ya que se proponía “restituir a los trabajadores asalariados, en 4 años, su participación sustraída en el ingreso nacional , llevándola del 36,1% de entonces al 50% al cabo de dicho período. La meta de contención inflacionaria aparecía mencionada sólo como sub-objetivo, quedando en realidad postergado.

Las medidas tomadas se focalizaron en los mecanismos de propagación inflacionaria, dejando de lado los problemas de presión inflacionaria por el lado de la demanda y de los costos. Pero la evolución de las variables macro no fue consistente con una política de contención inflacionaria. De hecho, el incremento en el gasto público, la oferta monetaria y los salarios resultó significativamente superior a la inflación en los años 1973 y 1974. Ante la inconsistencia de las políticas macro, se forjó un efecto “olla de presión y en 1975 se produjo el conocido “Rodrigazo , con la inflación anual disparada a tres dígitos.

En Irlanda, el milagro económico de la década del noventa ha sido explicado como consecuencia de su exitosa política de pactos. En un período de 15 años se logra la institucionalización de los acuerdos sociales y su continuación en el tiempo.

El gobierno implementó el Programa de Recuperación Nacional (PRN), que contemplaba un acuerdo por tres años entre el gobierno, las empresas y las agrupaciones gremiales. En materia de política macroeconómica las partes se comprometían a: 1 -Restringir los aumentos salariales: el congreso irlandés de sindicatos se comprometió a no llevar a cabo acciones que resultaran en aumentos de costos para empleadores. 2- Reformar el sistema impositivo, lo que implicó una reducción en los impuestos personales para compensar los bajos aumentos salariales y la restauración del orden en las finanzas públicas. 3- Acordar también políticas gubernamentales para apoyar el desarrollo de los sectores industriales, de servicios y de agricultura.

Los acuerdos sociales parecerían brindar una alternativa plausible para implementar mancomunadamente políticas públicas que busquen resolver los dos principales problemas que afectan a la economía argentina: inflación y pérdida de competitividad. Claramente el éxito de una estrategia de este tipo necesita de compromisos de los actores sociales, pero especialmente del Gobierno, en este último caso garantizando una política macro consistente con los objetivos planteados.