

Hacía diez años que no había un caso de sarampión en nuestro país. Esta enfermedad se erradicó en el 2000 producto de enormes esfuerzos de todos los argentinos. Incluso, se podría afirmar que fue una política de Estado que trascendió varios gobiernos. Se logró evitar de esta manera la aparición de esta enfermedad fácilmente prevenible con una buena cobertura de vacunación y lo que es más importante aún, las miles de muertes infantiles que provocaba. Pero desde hace unos años se observa una disminución en los porcentajes de vacunación no solo de sarampión: hoy siguen habiendo casos de tos convulsa. Fallaron los programas de vacunación en los adultos varones y falló el control sanitario de las fronteras ya que se sabía que en Sudáfrica existía un brote de sarampión y era obligación vacunarse para ir al Mundial.
Además, están incrementándose las denominadas enfermedades de la pobreza: cada año hay más de 10.000 personas que se contagian de tuberculosis, el 50 % de ellos en la Provincia de Buenos Aires. Existen unos 2 millones de chagásicos y sigue habiendo transmisión vectorial por la presencia de la vinchuca.
Asistimos impávidos a un aumento de los casos de sífilis. Sólo en el primer semestre del 2009 se contabilizaron más de 1.000 casos de sífilis congénita en la provincia de Buenos Aires contra los 190 que se habían registrado en todo el 2008. Esto es producto de la falta de control de esa enfermedad y de fallas en los controles a las embarazadas. Hoy se muere un menor de un año por hora en nuestro país. De estas 9.300 muertes totales anuales, 3.500 ocurren en la Provincia de Buenos Aires. Peor aún, según los últimos datos oficiales del Ministerio de Salud provincial, en el año 2009 la mortalidad infantil aumentó.
Como contrapartida se disminuyó el presupuesto para salud este año y en la provincia de Buenos Aires se dispuso el presupuesto más bajo de la historia para el área: el 6,7 % del presupuesto total contra el 10 % histórico. Los hospitales públicos y las unidades sanitarias padecen la mayor crisis de los últimos tiempos, con ausencia total de inversión en obras y en mantenimiento. El personal que trabaja en los hospitales está totalmente desmotivado, padeciéndose ya la ausencia de médicos en áreas críticas como anestesistas, terapistas intensivos, neonatólogos y de personal de enfermería en hospitales y en las Unidades Sanitarias.
Con estos indicadores, el país está muy lejos de cumplir con los compromisos internacionales asumidos en el año 2000 en Naciones Unidas, cuando se suscribieron los Objetivos del Milenio y Argentina se comprometió a disminuir la mortalidad infantil y materna, la incidencia de la tuberculosis y a eliminar la transmisión vectorial del Chagas. La salud necesita imperiosamente dar el ejemplo en la posibilidad de trascender un gobierno para transformarse con urgencia en una política de Estado. Debemos ponernos todos de acuerdo en las cuestiones esenciales. Como lo hicimos con el sarampión hace más de 10 años, antes que llegue el segundo Bicentenario.










