La abrupta decisión de China de elevar el valor del renminbi (yuan) en un 2,1 por ciento y poner fin a su anclaje con el dólar ocurre tras meses de presión por parte de Estados Unidos.

Es posible que este sorpresivo cambio de la política monetaria se mantenga por algún tiempo, ya que a China le interesa la estabilidad de su moneda.

De hecho, el economista Robert Mundell, a cuyo trabajo sobre zonas monetarias óptimas se atribuyen las bases teóricas del euro, insiste que China debe mantener su tasa de cambio fija, como parte necesaria de su actual fase de desarrollo económico. No obstante, debido a la distorsionada estructura económica de China, su régimen cambiario presenta desafíos mucho mayores a los encontrados por Japón y otras economías del este de Asia.

Es claro que las tasas de cambio ancladas a otra moneda han sido esenciales para el despegue económico del este asiático, ya que funcionan bien con el modelo de desarrollo de la región, orientado hacia las exportaciones. Sin embargo, la eficacia de una tasa de cambio fija está determinada por el modo como los acontecimientos en el sector exportador afecten a las industrias locales y a la economía nacional como un todo.

Si el crecimiento del sector comercial impulsa el de los demás sectores a nivel local, una tasa de cambio fija no significará una presión sobre la balanza de pagos externa, a medida que aumente la demanda de bienes importados.

Bajo estas circunstancias, la revalorización de la tasa de cambio no tendrá un efecto grave sobre el desarrollo de una economía. Por ejemplo, los economistas japoneses argumentan que el Acuerdo Plaza, que hizo un llamado a la “revalorización ordenada de las monedas frente al dólar, fue una consecuencia natural de su alto ingreso nacional. Esta fue una de las principales razones de la aceptación del cambio por parte de Japón.

Pero la situación actual de China es muy diferente. La presión por la revalorización ocurre en una etapa en la que el ingreso nacional per capita es apenas de 1.000 dólares, no de 10.000 ni 15.000, de modo que China necesita un periodo más bien prolongado de crecimiento económico para llegar a algo medianamente semejante a lo que Japón había logrado cuando permitió la revalorización del yen.

Lo que es igualmente importante, a diferencia de otras economías asiáticas durante las etapas tempranas de su despegue, es que la expansión del sector exportador de China en la última década no ha estado estrechamente vinculada al sector local no comercial, sino que ha estado impulsada principalmente por la inversión extranjera directa (IED).

La concentración

La mayoría de las 460.000 empresas de propiedad extranjera de China se concentran en actividades de manufactura y ensamblaje, lo que aumenta la intensidad del uso de importaciones para producir bienes exportables, y desvincula al sector comercial externo de las industrias locales.

Esto contribuye a ampliar las disparidades regionales, especialmente entre el este y el oeste de China, y las regiones más ricas son las que se han beneficiado de altas concentraciones de IED.

Nadie debería esperar de manera realista que la tasa de cambio del renminbi (yuan) esté determinada únicamente por el nivel de ingreso de las relativamente prósperas regiones costeras del este.

Es cierto que China ha acumulado un enorme superávit en la balanza de pagos que indica que el renminbi está notablemente subvaluado. Pero el superávit no hace más que enmascarar los problemas estructurales de los sectores locales y las regiones más pobres de la economía china.

De hecho, si las exportaciones de las empresas de propiedad extranjera se restaran del volumen de comercio total, el superávit se desvanecería, ya que el balance general de comercio de mercancías y el balance del comercio de servicios normalmente son deficitarios.

En pocas palabras, el aislamiento del sector exportador del resto de la economía china, causado por el predominio de la IED, es responsable de la ilusión de un renminbi subvaluado.

Aunque la expansión de las exportaciones ha sido notable, constituyendo hoy un 70% del Producto Bruto de China, no ha empujado el crecimiento de otros sectores de la economía, ya que ha estado confinada a empresas de manufactura y ensamblaje de propiedad extranjera. Con su gigantesca economía nacional, China nunca habría sido capaz de acumular un superávit externo tan enorme si su crecimiento no hubiera estado limitado a tales empresas.

En consecuencia, la presión para que haya una revalorización no surge de las reales necesidades de la economía china, sino de grandes desequilibrios en los Estados Unidos, particularmente su prolongado déficit comercial, que supera el 5% del PIB. Sin embargo, la supremacía del dólar significa que los Estados Unidos pueden mantener un déficit de la balanza de pagos mucho mayor que otros países.

Mientras Asia siga teniendo en dólares sus reservas en moneda extranjera, el deseo de China de mantener un valor estable para el renminbi continuará ofreciendo tremendas ventajas para el comercio y el desarrollo económico.

Copyright: Project Syndicate, 2005