Ediciones Colihue nació en 1977 casi como una necesidad. Aurelio Narvaja, psicólogo, y Mario Issola, sociólogo, debían encontrar alguna forma de ganarse la vida.

"Nuestro objetivo era sobrevivir dignamente y apostamos por lo mejor que sabíamos hacer, que era educar", relata Narvaja, dueño de la Pyme.

Casi sin siquiera haber dado el primer paso como empresa ya habían sufrido un inconveniente serio: en plena época del Proceso, Issola pasó a abultar la larga lista de desaparecidos.

Este golpe inesperado hizo peligrar la continuidad del proyecto, pero impulsado por la necesidad de sobrevivir que los había llevado a armarlo, y luego de un paréntesis emocional, Narvaja decidió seguir adelante.

Fue así que la editorial comenzó a levantar vuelo, al punto que logró firmar un contrato de asociación con la reconocida Editorial francesa Hachette.

"Habían dado de baja su departamento de ediciones y necesitaban una empresa local que editara sus libros", recuerda Narvaja.

Con el tiempo, y nutrido del conocimiento del mundo editorial, Narvaja decidió abrirse de los franceses y apostar al negocio por cuenta propia.

Hoy están inscriptos legalmente como una S.R.L. que cubre todas las etapas del proceso de producción, comercialización y distribución. Y, además, se ocupan de recibir la publicación original, corregirla, diseñarla e imprimirla.

"Tenemos una política activa en la búsqueda de nuevos autores, no esperamos a que nos elijan para publicar sus libros", revela Narvaja.

Cuentan con un sistema de entrega propio integrado por dos camionetas que cubren el radio de Capital Federal y el Gran Buenos Aires, además de siete corredores para la distribución en el interior del país en librerías, shopping y cadenas de supermercados.

Narvaja se jacta de que, pese a los golpes que sufrió en el camino, que lo llevaron a endeudarse para continuar operando: "Nunca me obligaron a achicar el histórico plantel de 32 empleados, aún debiéndoles seis meses. Reducir costos en mano de obra nunca fue una opción", cuenta orgulloso.

En cuanto a los problemas que más lo aquejan hoy, el empresario destaca dos.

Uno es la fluctuación de los precios del papel. "Los insumos para la producción los conseguimos mendigando los pagos a largo plazo porque el mercado es tan oligopólico que fijan los precios del papel importado a la par del nacional. Todo esto se suma a la exigencia de pago al contado desde el fin de la convertibilidad", se queja.

El otro aspecto negativo es el acceso al crédito. "No hay créditos para las Pyme que realmente necesitan ayuda porque las resoluciones del Banco Central exigen una clasificación de los deudores, favoreciendo a aquellos que no les generen pérdidas", dice molesto, al tiempo que reconoce que la banca en general -pese a estas normas- tiene buena disposición para prestar dinero.

Hoy Colihue factura cerca de $ 2 millones -lejos de los $ 4 millones que tocaba antes de la devaluación- producto de una caída del 60% de las ventas a librerías.

Aunque el cambio de escenario económico también le permitió sacar rédito, con la compra de derechos para traducir libros del exterior.

Esto, sumado a la venta de textos educativos que acaban de cerrar con el Ministerio de Educación, lo hacen tener una visión positiva sobre el futuro de la editorial.