Una de las víctimas principales del desprolijo despido de Gustavo Beliz como ministro de Justicia, hace una semana, es el Plan Integral de Seguridad y Justicia que el ex funcionario anunció el 19 de abril como respuesta del Gobierno a la multitudinaria marcha convocada por Juan Carlos Blumberg tres semanas antes.

El plan, que contaba con decenas de proyectos –y ya antes de la partida de Beliz había comenzado a dormitar en los despachos oficiales–, ha recibido esta semana, de parte del Gobierno y de los nuevos funcionarios del área, un trato contradictorio. Mientras el ministro de Justicia, Horacio Rosatti, y el secretario de Seguridad, Alberto Iribarne, dijeron en los primeros días en el cargo que el plan “se analizaría caso por caso , poniendo en duda sus beneficios globales, la Casa Rosada salió ayer a desmentir versiones periodísticas con un discurso algo más contundente: “El programa de seguridad y justicia sigue en marcha y la expectativa del presidente Kirchner es que con la renovación de las autoridades del área este plan adquiera una nueva fuerza , dijo ayer Miguel Núñez, vocero del Presidente, quien además anunció que Rosatti se reunirá el martes con senadores justicialistas para tratar los temas pendientes del plan.

Sin embargo, el Gobierno ha mostrado últimamente más bien poco entusiasmo en algunos de los vértices del plan, especialmente la unificación de fueros en la Capital (no quiere profundizar su enfrentamiento con los jueces federales), la creación de una superfuerza policial para combatir delitos complejos, como lavado de dinero y narcotráfico y la implementación del juicio por jurados para los casos de homicidio doloso y algunos delitos de corrupción.

Otra de las reformas incluidas en el plan de Beliz, pero redactada por el Ministerio del Interior, es la reforma política. Inminente hace unos meses y enfriada desde entonces, la prevista presencia del ministro Aníbal Fernández ayer en un seminario organizado por Reforma Política Ya! pronosticaba el regreso del tema a la agenda del Gobierno. No fue así.

A última hora (Fernández debía dar su discurso a las cinco de la tarde), el presidente Kirchner impidió al ministro asistir a la cita, y se lo llevó con él a La Plata, para participar de los homenajes a Ricardo Balbín. Se podía respirar anoche cierta desazón en el ministerio del Interior, ya que un importante equipo técnico, encabezado por Fernández, ha trabajado muchos días pasada la medianoche en la redacción de la reforma. Esperan con ansiedad el guiño oficial de Kirchner para llevarlo al Congreso y comenzar a debatirlo, pero esa orden se demora constantemente, muchas veces sin explicaciones concretas.