

¿Es malo el riesgo para las empresas? Dada la incertidumbre, complejidad y volatilidad que caracterizan el entorno de este año, no hay duda de que para muchos ejecutivos sí lo es. El riesgo es algo que se puede manejar, reducir, proteger, o vender a otros. Pero vale la pena recordar que originalmente el concepto de riesgo contenía un poderoso sentido de la oportunidad y la recompensa, además del inconveniente y el peligro.
Nosotros creemos que, en el futuro, las empresas ganadoras serán aquellas que mejor puedan equilibrar sus estrategias defensivas concentradas en evitar los riesgos y las estrategias focalizadas en aceptar el riesgo y aprovechar las oportunidades ligadas al mismo. Eso requerirá un cambio de disposición mental y de focalización por parte de los ejecutivos.
Hay buenas razones para que los ejecutivos tiendan a creer que hay que evitar el riesgo. Una es simplemente la psicología humana: el hombre es más propicio a tener aversión a la pérdida que satisfacción por la ganancia.
Otra es la experiencia de los ‘90 –época en que el entorno en las empresas era altamente permisivo y rico en oportunidades– donde las estrategias inteligentes para enfrentar el riesgo simplemente consistían en protegerse de los inconvenientes catastróficos y luego dejaban que el motor siguiera adelante.
Una tercera razón es la extraordinaria innovación en las herramientas de gestión de riesgo, que con gran sofisticación permiten cubrir y fijarle un precio al riesgo en mercados cada vez más líquidos. Estas herramientas son importantes, pero probablemente no brinden ventajas sostenibles para el largo plazo. Una empresa que accede a la psicología de aversión a la pérdida, vende su riesgo a otros y simplemente permite que el motor siga adelante. Lo más probable es que luego esa organización pase a ser deficitaria.
Debemos reconocer que las compañías hoy se mueven a gran velocidad, están más interconectadas, son cada vez más globales, más grandes y más abarcadoras que antes. Además, las presiones competitivas frecuentemente conducen a cambios radicales en nuestros modelos de negocio y últimamente generan problemas inesperados.
A medida que se acelera el ritmo de
los cambios, muchos ejecutivos tienen la comprensible sensación de que la incertidumbre y el riesgo crecen a una velocidad superior a la inmanejable. Pero en realidad, cuando es amplio el menú de incertidumbres los innovadores se encuentran ante más oportunidades.
En el futuro, las empresas tendrán que considerar al riesgo como una fuente de ventajas. Cuando la ventaja está mayormente en lo desconocido y en lo incierto, es esencial tener la capacidad de sentir y aprender más rápido, de corregir errores y descartar las malas apuestas, de tolerar la ambigüedad y de convivir con la ambivalencia.
Lo más importante es tratar la incertidumbre como un poderoso punto de partida para la innovación y la renovación, y no simplemente como una amenaza a evitar. La disciplina del riesgo erradicará de nuestro léxico mental el equivocado concepto del S. XIX basado en la “supervivencia del más apto . En un entorno de constantes cambios, el organismo que está óptimamente preparado para el mundo de hoy es un organismo muerto en el totalmente diferente mundo del mañana. Olvídese de la supervivencia del más apto, y reemplacelo por la supervivencia del más adaptable. Después de todo, como el mismo Darwin dijo: “No son las especies más fuertes las que sobreviven, ni tampoco las más inteligentes. Sobrevivirán aquellas que mejor respondan a los cambios .
(*) Eamonn Kelly es CEO de Global Business Network y Steve Weber es profesor de ciencias políticas de la Universidad de California en Berkerly.










