

El mercado argentino vive uno de sus meses más potentes de los últimos años, marcado por una compresión del riesgo país, suba sostenida de los bonos, demanda acotada de cobertura y una avalancha de emisiones corporativas que inundó de dólares la plaza.
Pero detrás del optimismo se mantiene intacto un punto débil que todos los analistas empiezan a subrayar con marcador fluorescente: el frente externo y la fragilidad de las reservas.
La Consultora 1816 lo describió en su informe de este jueves: “Quedan pocos depósitos en pesos del Gobierno en el Banco Central ($4,4b) y pocos pasivos remunerados en pesos del BCRA ($3,4b), de modo que habrá que remonetizar por otra vía”. Y esa “otra vía”, dicen, debería ser la más virtuosa: la compra no esterilizada de reservas.
La novedad —y a la vez la ironía de este momento— es que el contexto de emisiones offshore de empresas y provincias volvió hasta razonable la idea de que el Gobierno pueda intentar su objetivo máximo: “Comprar reservas sin romper el esquema de bandas”, dice la consultora. Pero ahí aparece el límite más incómodo.
Como advierte 1816, “luego de la mejor noticia financiera en décadas, el spot sigue incómodamente cerca del techo de la banda”. Entre la elección del 26 de octubre y el martes que pasó, el Tesoro habría comprado unos u$s 175 millones en el mercado, pero tuvo que usarlos para pagar organismos. Una señal elocuente: no hay margen.
El punto crítico está en el reloj. Con una buena cosecha de trigo en camino, diciembre tradicionalmente fuerte en demanda de dinero y el empuje técnico postelección, el mercado ya anticipa que si “de acá al pago de los bonos en enero el Gobierno no logra compras más relevantes de divisas, el mercado seguirá haciéndose preguntas sobre el régimen cambiario”.
En lo fiscal Argentina es un alumno ejemplar, pero cuando se mira el cuadro de reservas, la comparación con la región la deja mal parada.

Calma cambiaria, pero con un elefante en la habitación
Bavsa fue un poco más allá y puso la lupa sobre la misma tensión estructural. Tras la victoria del oficialismo, describió un mercado de cambios en calma “gracias al influjo de divisas por emisiones corporativas y una demanda de cobertura acotada respecto a los niveles previos al sufragio”. El A3500 cayó 2% y quedó “a más de 8% (ARS 117) de la banda superior”.
Los futuros cuentan la misma historia: todos los contratos hasta junio de 2026 se negocian dentro del rango de bandas, lo que refleja una expectativa clara de continuidad del esquema. Las tasas implícitas de devaluación, que antes del 26-O orbitaban entre 3,7% y 4,3% mensual, hoy están cerca del 2%.
Los dólares financieros, en tanto, también navegan dentro de las bandas, con una brecha que se ensanchó a 6,1% y el canje CCL/MEP alterado por la mayor demanda local de contado con liqui para suscribir nuevas emisiones y por “restricciones regulatorias que impiden el arbitraje del MEP y el A3500”.
Pero, otra vez, lo que condiciona todo es el frente externo. Bavsa enumeró los números que explican la inquietud: tras el pago al Fondo Monetario Internacional (FMI) del 7 de noviembre, el Tesoro tiene u$s 216 millones en depósitos en el BCRA, ARS 4,7 billones en pesos y el Central reservas netas por u$s 1121 millones.
Y entre ahora y el fin del primer trimestre de 2026 la caja enfrenta una montaña: u$s 4000 millones de deuda soberana, u$s 1755 millones con organismos, u$s 900 millones al FMI, más u$s 2000 millones de BOPREAL por parte del BCRA.
La relación deuda/Producto Bruto Interno (PBI) es baja —30,3% al sumar privados y multilaterales—, pero el problema no es de solvencia: es de liquidez y de refinanciamiento. Y cuando la liquidez en dólares falta, el régimen de bandas se vuelve más exigente que nunca.

¿El talón de Aquiles?
El rally financiero argentino está apoyado en fundamentos más sólidos que en el pasado reciente: orden fiscal, éxito en emisiones privadas, una señal de apetito internacional y expectativas de continuidad del esquema monetario.
Pero su punto débil —y el que los analistas ya señalan como decisivo— es la capacidad real del Gobierno para recomponer reservas sin forzar el tipo de cambio.
Al respecto, Santos Barrio, cofundador y gerente comercial de LB Finanzas, explicó a El Cronista que “post elecciones, hubo colocaciones de deuda tanto privadas como públicas, aprovechando el momento, lo que permitió colocar deuda con plazos de ocho años o más, a tasas razonables”.
Según señaló, este flujo de capitales será “la principal fuente de oferta de divisas, algo que el Gobierno deberá aprovechar para acumular reservas y capitalizar el BCRA”.
Desde su perspectiva, el mercado ya tenía asumido que la deuda de 2026/27 era “impagable con el nivel actual de reservas”. La verdadera incógnita era si el Gobierno pudiese o no conseguir financiamiento, advirtió.
Tras el 26-O, dice Barrio, la combinación de un riesgo país debajo de los 600 puntos y el boom de colocaciones privadas y sub-soberanas terminaría por despejar esas dudas y consolida la expectativa de que los vencimientos de 2026 y 2027 podrán ser refinanciados sin sobresaltos.
Y es que, según el experto, en un año par sin elecciones, con tasas estables y sesgo bajista, y además la probable vuelta a los mercados internacionales, no hay motivos para pensar que la debilidad de las reservas vaya a frenar el desempeño de los activos argentinos.
“Más bien, creemos que el riesgo de las acciones, en general, está asociado a factores político-económicos en el plano internacional”, concluyó.














