Existen muchos motivos por los cuales la crisis de 1956 del Canal de Suez fue un momento crucial en la historia moderna. Simbolizó el ocaso del poder imperial británico, demostró la nueva fuerza del nacionalismo árabe y creó una extraña brecha entre los gobiernos de Estados Unidos e Israel.

La crisis de Suez también fue un caso único en el que sanciones persuadieron a un gobierno de retirar su ejército de un territorio que había arrebatado. Cuando el presidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower amenazó con bloquear préstamos internacionales cruciales al Reino Unido, precipitando una corrida de la libra, los británicos, los franceses y los israelíes decidieron retirarse del área del Canal de Suez que habían arrebatado a Egipto.

Luego de que las tropas rusas se trasladasen a Crimea el mes pasado, los gobiernos de Estados Unidos y Europa advirtieron que Rusia enfrentaría severas sanciones internacionales. El gobierno de Obama habló de aislar a Rusia de partes de la economía global como castigo por la anexión de Crimea y advertencia de más aventurerismo militar.

Juntos, estamos imponiendo costos mediante sanciones que han dejado una huella en Rusia, afirmó Barack Obama en Bruselas. Y si los líderes rusos se mantienen en su postura, juntos nos aseguraremos que este aislamiento se profundice.

A pesar del entusiasmo de Estados Unidos, el historial de sanciones desde la crisis del Canal de Suez demuestra un antecedente decididamente mixto de cambio de comportamiento de estados determinados, especialmente en lo que respecta a ocupaciones militares. Las sanciones no harán que Rusia se retire de Crimea, sostiene Daniel Drezner, profesor de la Facultad Fletcher de la Universidad Tufts y experto en sanciones.

Estados Unidos actualmente tiene 24 programas de sanciones diferentes que abarcan países tales como Costa de Marfil, Belarús y Siria y empresas involucradas en diamantes conflictivos. Pero en la década de 1990, el apoyo a dichos programas parecía estar menguando. En ese entonces, se creía que las amplias sanciones comerciales implementadas contra países como Irak y Cuba habían sido un fracaso. En Irak, permitieron que el régimen se afianzase en el poder otorgándole más control sobre quienes realizaban operaciones comerciales y ofrecían amplias oportunidades de corrupción. En Cuba, cinco décadas de sanciones aún no han logrado derrocar a los Castro.

Luego el gobierno de Clinton comenzó a implementar sanciones inteligentes: medidas contra entidades o individuos específicos, en vez de poblaciones enteras. Designó miembros del gobierno serbio y luego utilizó sanciones para bloquear las cuentas bancarias de traficantes de droga latinoamericanos en lo que se conoció como la lista Clinton.

Luego de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno de Bush llevó dichas sanciones específicas a un nuevo nivel, concentrándose en el sistema financiero global. Las sanciones de la era Bush bloquearon las transferencias financieras ilícitas y apuntaron a la preponderancia del dólar estadounidense en las finanzas globales para dejar afuera a lo que se consideraban bancos pícaros. En virtud del papel central de Estados Unidos en los mercados financieros, el departamento del Tesoro de Estados Unidos llegó a decir a los bancos internacionales hagan negocios en dólares estadounidenses o bien con el banco destinatario.

El departamento del Tesoro también hizo mucho hincapié en fomentar sus propias capacidades de inteligencia. A inteligencia humana y señales de inteligencia, Estados Unidos agregó inteligencia financiera. Después de los ataques del 11 de septiembre, altos funcionarios del departamento del Tesoro viajaron al Castillo cerca de Bruselas que alberga a Swift, el sistema internacional de pagos, para negociar el acceso a sus datos en transferencias financieras realizadas por grupos terroristas.

Muchas de estas nuevas herramientas se utilizaron en los últimos años contra Irán, actualmente considerado uno de los más grandes éxitos de la política de sanciones de Estados Unidos.

Pero a pesar del romance de Washington con las sanciones, persisten grandes dudas en cuanto a si tendrán algún impacto real en la forma en que Rusia, y su líder Vladimir Putin, se comporte en la próximas semanas.

Una ventaja importante de las sanciones específicas es su supuesta capacidad de alimentar el descontento entre el gobierno y sus seguidores. Las sanciones de Estados Unidos y Europa contra Rusia tenían como objetivo a funcionarios y empresarios cercanos a Putin y un banco con conexiones en el gobierno.

Si se logra afectar la capacidad de los oligarcas de hacer negocios en el exterior, podrían empezar a vislumbrarse grietas en la base del poder, fisuras nunca antes vistas", sostiene Juan Zarate, ex funcionario del gobierno de Bush que colaboró en el desarrollo de sanciones financieras y autor de Treasury's War. "No va a ser un grupo feliz.

Sin embargo, las sanciones podrían fortalecer el poder de Putin puertas adentro. Si las grandes empresas y sus dueños se ven obligados a devolver su riqueza y activos a Rusia, el Kremlim podría tener más influencia sobre la clase trabajadora, no menos.

Aun cuando las sanciones de Estados Unidos contra los bancos son un instrumento genuinamente poderoso para ejercer influencia en los estados, deben utilizarse en forma muy selectiva en virtud del gran resentimiento que pueden provocar. A la mayoría de los gobiernos, incluso los aliados cercanos, les desagrada profundamente que Estados Unidos les diga con quien pueden hacer negocios y con quien no.

El olfato de Washington para las sanciones también tiene un defecto importante: en general, es más fácil imponer sanciones que levantarlas. El gobierno de Obama recurrió a la presión económica para llevar a Irán a la mesa de negociación nuclear, pero sin el apoyo de un Congreso muy escéptico, no tiene muchas chances de ofrecer a Irán un alivio en las sanciones a cambio de grandes concesiones.

Trita Parsi, presidente del Consejo Nacional iraní-estadounidense, afirma que las leyes solo permiten que el gobierno ofrezca a Irán exencio nes de seis meses relacionadas con muchas sanciones que enfrenta actualmente como parte de un acuerdo nuclear definitivo. La herramienta de las sanciones es claramente poderosa, pero para que Estados Unidos pueda usarla como una especie de influencia en negociaciones, el presidente debe tener mucho más margen de maniobra, afirma Parsi.

En razón de estos problemas, los funcionarios de Estados Unidos sostienen que las sanciones pueden causar un efecto altamente disuasivo. Quizás no cambien las nuevas fronteras de Rusia, pero pueden influir en los actos futuros. Las sanciones anunciadas por Estados Unidos hasta el momento se catalogaron como un castigo para Crimea, pero su propósito real fue mostrar una intención de infligir dolor económico mucho más generalizado si Rusia ingresa en otras partes de Ucrania.

Drezner agrega que la amenaza de sanciones también puede ejercer influencia importante en cualquier negociación referida a una situación tal como la de Ucrania. Las sanciones suelen ser más eficaces como amenaza que si verdaderamente se llevan a la práctica, afirma.

Traducción: Viviana L. Fernández