En el Palazzo Strozzi, un magnífico edificio florentino del Renacimiento con vista al río Arno, Ferruccio Ferragamo, heredero de la firma de calzado de lujo Salvatore Ferragamo, explica por qué sus zapatos son Made in Italy.

Su padre, Salvatore, puso zapatos hechos a mano en los pies de actrices como Marilyn Monroe, Sophia Loren y Lauren Bacall, pero se supone que su hijo vive en una época diferente y debe enfrentar la competencia de la manufactura barata de China e India.

Sin embargo, en diciembre Ferragamo tuvo que pedirle a sus operarios que trabajaran hasta el día antes de Navidad, en vez de tomarse la acostumbrada semana para las fiestas. No damos abasto para cubrir la demanda de China. No sólo quieren zapatos italianos, sino que a menudo quieren zapatos hechos en Florencia, explicó el empresario.

Hace una década, muchos economistas e industriales dentro y fuera de Italia estaban convencidos de que las miles de Pymes que son la columna vertebral de la economía italiana estaban frente a una declinación terminal porque no podían competir con sus rivales asiáticos: tenían baja productividad y costos altos.

Sólo que diez años más tarde resulta que estos pronósticos resultaron exagerados. Se estima que el año pasado las exportaciones italianas han crecido 12,5%, lo que supera en mucho el incremento de 4,4% en el PBI global. Y se prevé que aumentarán otro 8% en 2011 y 7% en 2012, según informó el grupo SACE.

Este auge se debe a la atracción que la mercadería Made in Italy tiene para la clase media de países de rápido crecimiento como Brasil y China. Ya se trate de enviar muebles a Rusia, textiles a Egipto, productos de caucho a Turquía o equipo para la fabricación de vino a Chile, los emergentes son cada vez más importantes para los emprendedores italianos. El país conservó el cuarto lugar como exportador de productos de ingeniería mecánica durante toda la crisis.

Las razones que explican el éxito italiano suelen ser contradictorias. Italia todavía carece de infraestructura básica: la banda ancha no es confiable en muchas partes del país y la productividad por unidad de mano de obra ha caído alrededor de 20%, comparado con Alemania, desde 2000.

Además, la inestabilidad política casi constante implica que las compañías se quejan frecuentemente de que no cuentan con el mismo apoyo oficial que sus pares en Francia o el Reino Unido. Pero la creatividad y la habilidad empresarial que han hecho del Made in Italy una marca valorada les permite a las firmas maniobrar para evitar las crisis.

La manufactura italiana hizo fuertes reducciones en términos de volumen pero no en términos de valor. No tenía sentido competir con China con productos baratos, dijo Victor Massiah, CEO de UBI Banca, una entidad del norte del país.

Diego Della Valle, el emprendedor propietario de la marca de productos de cuero Tods, señaló que hay que hacer más para que las Pymes italianas puedan defenderse de la globalización. Made in Italy es una fortaleza que debemos proteger, señaló este empresario que ha sugerido, por ejemplo, que el sector privado debería reunir dinero para ayudar a conservar símbolos italianos famosos como el Coliseo.