Suiza es el centro financiero offshore número uno del mundo por muchas las razones. Tiene una larga historia de estabilidad política y económica, su deuda pública es una de las más bajas de occidente y tiene su propia moneda fuerte.

Durante los últimos 80 años, también tuvo la incalculable ventaja de contar con normas de secreto bancario prácticamente imprenetables que impedían que las entidades o sus empleados divulgaran información sobre los clientes, excepto en casos de delitos graves.

Esta discreción ayudó a atraer dinero tanto limpio como sucio de todo el mundo, permitiendo a los bancos suizos convertirse en custodios de una riqueza extranjera de 2.700 billones de francos suizos en 2011, la última cifra disponible. El secreto bancario fue durante mucho tiempo una poción mágica para el centro financiero suizo. No es fácil reemplazar eso, aseguró un ejecutivo del sector bancario.

Ahora la entidades suizas están buscando con cierta urgencia una nueva poción mágica. Los gobiernos occidentales cortos de dinero tras la crisis financieras están tomando medidas enérgicas contra la evasión fiscal, y los bancos de Suiza se encuentran entre sus principales preocupaciones.

En febrero, un mes después de que la entidad de banca privada más antigua del país informara su cierre tras declararse culpable de ayudar a los norteamericanos a evadir impuestos, Suiza acordó implementar la Ley de Cumplimiento Fiscal de Cuentas Extranjeras. Se trata de una legislación extraterritorial que exige a las entidades extranjeras brindar automáticamente información sobre la riqueza que tienen offshore los ciudadanos norteamericanos.

Luego, en mayo, Luxemburgo y Austria finalmente dejaron de obstaculizar los intentos de la UE de fortalecer sus defensas contra la evasión fiscal, lo que preparó el terreno para que el bloque inicie sus propias negociaciones con Suiza sobre la revelación inmediata de datos de sus clientes bancarios.

Esos cambios, que efectivamente debilitará el secreto en dos mercados clave para los bancos suizos, estaban previstos hace tiempo. Hasta en 2001 hablábamos de eso. La gente decía el offshore no durará por siempre, hay que fortalecer el onshore Pero nadie actuó, cuentan en el sector.

Sin embargo, en los últimos años las entidades suizas empezaron a actuar, especialmente desde febrero de 2009, cuando UBS (el banco más grande de Suiza) se vio obligado a pagar u$s 780 millones por las acusaciones de que había ayudado a miles de clientes estadounidenses a evadir impuestos.

Eso les implicó revisar la base de clientes. Los bancos que antes dependían fuertemente del negocio offshore en Europa se esforzaron para expandir sus operaciones en otras partes del mundo, en particular Medio Oriente (donde no existe el impuesto a los ingresos y la evasión es una preocupación menor) o Asia (que genera gran parte de la riqueza nueva)

Con diferentes grados de entusiasmo, los bancos también empezaron a exigir a sus gerentes de relaciones que pidan a sus clientes que sus activos estén declarados. Algunos comunican a sus clientes con dinero declarado que ya no podrán brindarles servicios, a menos que regularicen su situación.

De igual modo, las entidades de banca privada de Suiza están haciendo grandes cambios a los servicios que ofrecen a los clientes que retienen: mientras los clientes con activos no declarados estaban dispuestos a pagar comisiones altas por el solo hecho de saber que su dinero e identidad estarían a salvo, los clientes regularizados son mucho más exigentes.

Martin Brown, profesor en la Universidad St Gallen, Suiza, comentó: Creo que el foco estará en los servicios de gestión de riqueza de muy buena calidad apuntados a los clientes de muy altos ingresos.

Al nivel más básico, el compromiso de mejorar el servicio implica para los bancos revisar los tipos de cuentas que poseen sus clientes y ganan terreno los llamados mandatos de asesoramiento. Antes, ciertos clientes eran tan discretos que no querían ni hablar con nosotros y, por lo tanto, nos daban un mandato discrecional, contó un alto oficial de banca de una institución de Ginebra. Ahora quieren mucho más valor agregado.