Una foto del Farmers & Drovers Bank tiene un lugar de honor en el estante junto al escritorio de Michelle Bowman en la Reserva Federal de Estados Unidos en Washington —un recordatorio destacado de sus vínculos familiares con uno de los prestamistas más antiguos de Kansas.
El tatarabuelo de Bowman fue el primer presidente del banco de 143 años que su familia aún posee en el Medio Oeste rural, y ella pasó siete años como su vicepresidenta antes de unirse a la junta de la Fed en 2018.
Sus raíces en la banca la convirtieron en una elección obvia para que el presidente estadounidense Donald Trump la designara como vicepresidenta de supervisión de la Fed en junio, y también es una de las candidatas para suceder al presidente de la Fed, Jerome Powell.
El hecho de que la banca esté “en la sangre” de Bowman también ayuda a explicar el ímpetu con el que ha lanzado una de las reversiones más significativas de la regulación financiera estadounidense en décadas, tras su nombramiento como la principal responsable de supervisión del sector. El esfuerzo, acompañado por una reducción del 30% en la plantilla de la unidad de supervisión y regulación de la Fed, está en línea con los objetivos más amplios de la administración Trump de reducir el tamaño del Estado y desmantelar regulaciones.
Investigadores pronosticaron que las reformas a la regulación bancaria de EE.UU. que ella lidera liberarán casi u$s 2,6 billones en capacidad de préstamo y aumentarán la rentabilidad de los prestamistas del país al reducir la cantidad de capital absorbente de pérdidas que están obligados a mantener.
Muchos en Wall Street y entre los seguidores de Trump han aplaudido a Bowman —ampliamente conocida como Miki— dado que ha prometido eliminar lo que consideran restricciones excesivas sobre los bancos estadounidenses para fomentar más préstamos, innovación financiera y crecimiento económico.
Argumentan que el endurecimiento del sector tras el colapso de 2008 fue demasiado lejos en expulsar la toma de riesgos de los bancos, empujando grandes segmentos del crédito y las operaciones hacia mercados de financiamiento privado y fondos de cobertura con supervisión más laxa.
“El mundo está mirando y EE.UU. avanza a un ritmo acelerado”, afirma Tim Adams, jefe del Instituto de Finanzas Internacionales, que representa a muchos de los bancos más grandes del mundo. “Tuvimos 15 años de añadir constantemente capital y liquidez y enfocarnos en el riesgo operativo. Ha llegado el momento de repensar esto”.
Rivales extranjeros de los grandes bancos de Wall Street temen que una flexibilización de las reglas en EE.UU. dé a los prestamistas del país una ventaja poderosa, permitiéndoles ampliar aún más su posición dominante en muchas partes de los mercados internacionales de capitales.
Los críticos de Bowman advierten que debilitar gran parte del marco regulatorio financiero estadounidense, poco más de dos años después de que colapsaran varios bancos medianos, fomentará una toma de riesgos excesiva, expondrá a los clientes a más irregularidades y pérdidas, e incluso podría sembrar las semillas de la próxima crisis financiera. Algunos temen una carrera a la baja en materia regulatoria, mientras los banqueros de todo el mundo presionan a sus autoridades locales para relajar las restricciones.
Robert Mazzuoli, de la agencia calificadora Fitch, afirma que el giro hacia una regulación más laxa “probablemente reducirá la resiliencia del sector bancario frente a shocks sistémicos del mercado”.
Michael Barr, predecesor de Bowman como vicepresidente de supervisión, dijo en un discurso este mes que los “períodos de calma financiera relativa” repetidamente han llevado a esfuerzos por debilitar la regulación y la supervisión.
“Esto a menudo ha tenido consecuencias nefastas, como vimos de manera destacada durante la crisis financiera global”.
Las reformas iniciales de Bowman están principalmente orientadas a liberar capacidad de préstamo en los bancos estadounidenses, relajando muchas de las limitaciones que determinan cuánto capital deben asignar a esos préstamos y a otros activos de sus balances.
Una de las lecciones clave de la crisis de 2008 fue que los bancos altamente endeudados carecían del capital accionario suficiente para absorber grandes pérdidas, dejando a los reguladores ante la desagradable opción de permitir que los bancos quebraran o rescatarlos para proteger a los depositantes.
En los años posteriores, los prestamistas se vieron obligados a aumentar drásticamente sus niveles de capital. La cantidad de capital de nivel uno ordinario —la principal métrica de capital bancario— en los principales bancos estadounidenses se ha más que duplicado desde 2011 hasta superar u$s 1,1 billones, según JPMorgan Chase.
Hablando en un evento en Madrid este mes, Bowman elogió estas reformas posteriores a la crisis como “muy importantes”. Pero continuó: “Cosas que pudimos haber creado o calibrado en los años posteriores a la crisis financiera pueden o no seguir siendo adecuadas para su propósito.
“En 15 años la economía ha cambiado tremendamente”, dijo. “Hemos visto una serie de innovaciones y diferentes tipos de actividades en las que creo que nuestros bancos, en particular, quisieran participar, pero están inhibidos por el entorno regulatorio”.
Esto pareció ser música para los oídos de muchos banqueros en la audiencia ese día, aunque Bowman agregó que prefería describir el proceso como una “modernización” antes que una desregulación.
La Fed ya ha aprobado algunas de sus reformas planificadas, como la flexibilización de la llamada relación suplementaria de apalancamiento mejorada, que establece cuánto capital no ajustado por riesgo necesitan los bancos más grandes en proporción a sus activos totales.
El plan reducirá la ratio del mínimo de 5% a un rango entre 3,5% y 4,25%. Los funcionarios estiman que esto liberará u$s 13.000 millones de capital a nivel de las compañías matrices de los ocho mayores prestamistas estadounidenses, y u$s 210.000 millones en sus subsidiarias captadoras de depósitos.
Bowman ha dicho que esto eliminará una barrera que desalienta a los bancos a ser más activos en el mercado del Tesoro de EE.UU., de u$s 29 billones, impulsando las ventas de deuda del gobierno estadounidense. Los funcionarios también señalan que simplemente alinea las reglas de EE.UU. con las normas internacionales al eliminar protecciones adicionales —el llamado “sobrecumplimiento”— añadidas anteriormente por Washington.
Pero Barr, que aún es miembro de la junta de la Fed, votó en contra del plan, advirtiendo que “incrementaría significativamente” el riesgo de que un gran banco fracase, y agregó que era “escéptico de que logre el objetivo declarado de fortalecer la resiliencia del mercado del Tesoro”.
El banco central también presentó planes para una reforma importante de su prueba anual de estrés tras una impugnación legal sin precedentes el año pasado, que argumentó que las pruebas eran ilegales porque carecían de transparencia.
“Las pruebas de estrés han sido el factor más decisivo de los requisitos de capital para los bancos más grandes de EE.UU.”, señala Douglas Elliott, socio en la consultora Oliver Wyman. “Los cambios probablemente, en la práctica, relajen esta restricción hasta cierto punto”.
La Fed estimó que sus propuestas para divulgar y solicitar comentarios sobre los modelos hasta ahora secretos que utiliza para evaluar la resiliencia del sector reducirían los requisitos de capital para los mayores bancos estadounidenses en un “insignificante” promedio de 0,25 puntos porcentuales respecto de los últimos dos años.
Barr también votó contra estos cambios, advirtiendo que “debilitarían la prueba de estrés y la volverían menos creíble” al generar “proyecciones demasiado optimistas” y abrir el proceso a “maniobras de los bancos”.
Sin embargo, otras reformas aún deben ser presentadas en detalle por la Fed, como la flexibilización del colchón extra de capital que exige a los mayores bancos estadounidenses. Se espera que EE.UU. reduzca este colchón para alinearlo con el estándar global inferior impuesto a otros bancos considerados sistémicamente importantes.
Una de las partes más esperadas de la agenda de Bowman es su plan para completar la implementación de las llamadas reglas de Basilea III, los estándares de capital acordados por un comité de reguladores globales con sede en la ciudad suiza. Se espera que estos cambios, que se implementarán a principios del próximo año, apliquen reformas a los requisitos de capital bancario acordadas hace una década en respuesta a la crisis de 2008.
Una versión más estricta y “sobrecumplida” de las reglas fue propuesta hace un par de años por Barr, lo que habría obligado a los mayores bancos estadounidenses a mantener casi un 20% más de capital. Pero después de una intensa presión del sector —incluyendo anuncios de TV durante el Super Bowl que advertían sobre mayores costos de préstamos— esta versión fue descartada.
Bowman espera presentar sus planes para implementar una versión más laxa de las reglas de Basilea III, probablemente más aceptable para Wall Street, a comienzos del próximo año. Los observadores esperan que estas sean en gran medida neutrales en capital para la mayoría de los prestamistas estadounidenses.
“Cada banco en EE.UU., especialmente los grandes, quiere que se implemente Basilea III y seguir adelante”, dijo Daniel Pinto, vicepresidente de JPMorgan. La propuesta revisada en EE.UU. mantendría el capital bancario “más o menos igual”, afirmó Pinto en un evento en Frankfurt este mes.
Agregó que esto “crea una situación en la que tenemos u$s 50.000 millones a u$s 60.000 millones de exceso de capital porque estábamos preparados para el peor escenario de la interpretación de Michael Barr”. Esa suma equivale a toda la capitalización de mercado del francés Société Générale, subrayando la diferencia de escala entre prestamistas estadounidenses y europeos.
Los 13 principales bancos de EE.UU. ya tienen alrededor de U$S 200.000 millones de capital excedente por encima de sus mínimos regulatorios, según Rebecca Boeve, especialista en inversiones del banco privado de JPMorgan. “La desregulación debería permitir a los bancos asignar este capital excedente al crecimiento de préstamos, recompras de acciones, dividendos y fusiones y adquisiciones”, afirma.
Sin embargo, algunos ejecutivos bancarios estadounidenses aún tienen preocupaciones sobre la duplicación de capital para cubrir riesgos operativos y de mercado que creen podría ocurrir entre las reglas de Basilea y los colchones impuestos por la Fed con base en sus pruebas de estrés.
Miembros del Comité Bancario del Senado escribieron a Bowman y al presidente de la Fed, Powell, este mes, pidiéndoles evitar la “sobrecapitalización de riesgos” que ya han sido contemplados por las reglas estadounidenses.
Esto ha generado preocupación entre los reguladores europeos sobre si EE.UU. cumplirá plenamente el acuerdo original de Basilea, aunque Bowman les ha asegurado que así será.
El Reino Unido y la UE ya retrasaron la implementación de sus versiones de las reglas de Basilea III mientras esperan ver qué hace EE.UU. Un alto banquero central de la UE dijo que si EE.UU. se aleja de las partes del acuerdo relacionadas con el riesgo de mercado u operacional “sería un gran problema”.
Randal Quarles, quien fue vicepresidente de supervisión de la Fed durante el primer mandato de Trump, se muestra confiado en que EE.UU. puede implementar Basilea completamente mientras suaviza la carga para sus bancos. “EE.UU. ha sobrecumplido muchos elementos de la regulación bancaria, así que este es el momento adecuado para hacer algunos cambios”, afirma.
La Fed también anunció este mes una flexibilización significativa de su sistema de calificación para “instituciones financieras grandes”, una herramienta de supervisión que impone restricciones a actividades más riesgosas en los bancos que no son calificados como “bien gestionados”.
“Desde la crisis financiera realmente nos hemos enfocado en cosas de naturaleza procedimental, en marcar casillas”, dijo Bowman. “Si bien son importantes, no son tan importantes como las cosas que realmente pueden llevar al fracaso de un banco, como riesgos financieros materiales”.
Lo que ya está claro es que los bancos de Wall Street probablemente serán los mayores ganadores de las reformas de Bowman. La consultora Alvarez & Marsal estimó en un informe reciente que la desregulación liberaría casi u$s 140.000 millones de capital para los prestamistas estadounidenses, aumentando su retorno sobre el capital en casi un 6%.
Fernando de la Mora, codirector de servicios financieros en Alvarez & Marsal, predice que los bancos del Reino Unido también se beneficiarán, con una caída aproximada del 8% en sus requisitos de capital gracias a los cambios regulatorios esperados y a pruebas de estrés menos exigentes.
Pero afirma que los prestamistas de la UE en su mayoría quedarían fuera, ya que se espera que sus requisitos de capital aumenten alrededor de un 1%. Los reguladores de Suiza van en la dirección opuesta, pronosticó, aumentando los niveles de capital un 33% en respuesta a la crisis de 2023 en Credit Suisse, que requirió su rescate por el rival doméstico UBS.
“Nuestra visión es que el Reino Unido seguirá rápidamente a EE.UU. en la desregulación y probablemente logrará cerca de la mitad de la reducción en los requisitos de capital”, dice de la Mora. “Pero en la UE solo estamos hablando de simplificación y no de reducción”.
Impulsados por la perspectiva de la desregulación estadounidense, los banqueros británicos y europeos ya presionan a los reguladores para suavizar las reglas. UBS, frustrado por un aumento planificado de u$s 26.000 millones en sus requisitos de capital, está evaluando si mover su sede a EE.UU.
“Hay una discusión que debe darse”, dijo Richard Haythornthwaite, presidente del banco británico NatWest, en una conferencia financiera en Washington el mes pasado. “Vuelve a los grandes temas regulatorios, uno de los cuales es la pila de capital y realmente la medida en que se nos obliga a retener capital en nuestros balances, lo que simplemente desplaza los préstamos”.
En el Reino Unido, donde el gobierno también impulsa una regulación más favorable al crecimiento, el Banco de Inglaterra presentará la próxima semana los resultados de su última evaluación sobre los requisitos de capital de los bancos británicos. Los ejecutivos esperan que esto alivie algunas reglas; Sarah Breeden, subgobernadora del BoE para estabilidad financiera, insinuó recientemente que está considerando una reducción en los requisitos de la ratio de apalancamiento para los bancos.
En el evento de Madrid al que asistió Bowman, Breeden dijo que no esperaba que la ratio de apalancamiento fuera “rutinariamente vinculante para las entidades” cuando se introdujo. “Cuando observamos a los bancos británicos ahora, podemos ver que es vinculante para varios de ellos”, agregó, cuestionando si el sistema está “funcionando como esperábamos”.
El Banco Central Europeo, que regula los bancos más grandes de la UE, también se prepara para presentar las conclusiones de un grupo de trabajo que analiza la simplificación de reglas. Pero la principal supervisora del BCE, Claudia Buch, ha restado importancia a la idea de que podrían reducir significativamente los requisitos de capital bancario. “Los bancos que están mejor capitalizados pueden prestar mejor, especialmente en tiempos de tensión”, dijo.
Los ejecutivos bancarios europeos temen perder aún más participación de mercado frente a los rivales estadounidenses como resultado de esta divergencia aparente en las reglas de capital. “Esto es realmente malas noticias”, afirma un alto ejecutivo bancario de la UE.
George Bridges, asesor principal de Ana Botín, presidenta ejecutiva del Banco Santander de España, dice que las autoridades estadounidenses “van a usar todos los mecanismos que puedan para hacer que EE.UU. sea mucho más atractivo para el capital y fortalecer a los bancos e instituciones financieras estadounidenses”.
“¿Cómo vamos a responder a esto? Creo que en Londres, Bruselas y Frankfurt vamos a tener que tener una conversación urgente sobre la mentalidad que tenemos hacia la regulación y supervisión y sobre nuestro apetito de riesgo”.
A medida que Bowman transforma el panorama regulatorio de EE.UU. a favor de sus bancos, otros reguladores temen que esto aumente la presión para seguir el mismo camino y ponga en riesgo los límites establecidos para evitar otra crisis financiera.
Ashley Alder, veterano regulador y presidente de la Autoridad de Conducta Financiera del Reino Unido, señaló esta semana cómo parece haber “ciclos sucesivos de endurecimiento regulatorio —usualmente en respuesta a una crisis financiera— seguidos luego por períodos de relajamiento a medida que los recuerdos se desvanecen y las prioridades económicas cambian… hasta la próxima crisis”.
