
Cuando en Estados Unidos unos investigadores iniciaron juicio contra Eli Lilly en 2007 debido a la promoción agresiva de su medicamento antipsicótico Zyprexa, se focalizaron en el apoyo económico que la compañía le brindaba a los médicos que recetaban el tratamiento para enfermedades no aprobadas por los reguladores.
Los médicos que estaban dispuestos a hablar favorablemente del Zyprexa en general recibían de Lilly sustanciales sumas de dinero en forma de subsidios para investigación, señalaba la demanda. Esos fondos en realidad eran sobornos para fomentar en los profesionales el uso del Zyprexa.
A los dos años, la compañía acordó pagar la suma récord de u$s 1.400 millones en concepto de multa e indemnización. También firmó un acuerdo de integridad corporativa, un modelo que desde entonces se aplica en varias compañías y que incluye el requisito de hacer públicos los pagos a médicos.
Pese a que las farmacéuticas aseguran que en los últimos años están fortaleciendo espontáneamente sus prácticas éticas, muchas de esas iniciativas incluyendo la creciente cantidad de compañías que ahora publican los detalles sobre cómo financian a médicos estadounidenses son el resultado de las acciones legales.
GlaxoSmithKline, que tuvo varios juicios de ese tipo, este año puso un tope a los pagos a médicos y quitó los incentivos a vendedores vinculados directamente con el aumento de prescripciones.
Dan a conocer sus datos anticipándose a una ley federal que a partir de 2013 obligará a la industria revelar dicha información. Si bien las farmacéuticas y muchos médicos sostienen que sus interacciones son valiosas y éticas, personas ajenas al negocio como los pacientes ahora pueden empezar a comprender más sobre las relaciones entre ellos.
Los resultados hasta la fecha son confusos. De las doce compañías que publican información, ninguna brinda datos directamente comparables. Algunas mencionan montos, otras sólo bandas de valores; están las que lo hacen trimestralmente, otras por año. Ninguna brinda información pública sobre el sustancial costo de las muestras gratis de sus medicamentos, algo que a menudo tienta a los profesionales a recetarlos, en especial a pacientes sin seguro de salud que cubra los remedios.
Según esos datos, la gran mayoría de los médicos recibe premios muy modestos en regalos como lapiceras o vales para almorzar, una atención que les dejan los visitadores médicos. Sin embargo, algunos estudios académicos sugieren que hasta esas prácticas crean lazos de amistad que pueden aumentar las prescripciones de medicamentos aún cuando las evidencias científicas de éstos últimos no son convincentes.
Además, hay pagos más generosos para los profesionales que hablan en conferencias médicas. Algunos anteriores beneficiarios, como Daniel Carlat, un psiquiatra de Boston, reconocen que inconcientemente ellos pasaban a defender los medicamentos de los laboratorios que les pagaban.
Quien cobró la mayor suma del dinero fue Christiana Goh Bardon, que el año pasado recibió casi u$s 308.000 de Pfizer. Pero ella hace hincapié que hace diez años que no atiende pacientes, y que ahora dirige un fondo de inversión del sector salud. Según ella, los honorarios se debieron a un trabajo de asesoría en biotecnología y que fueron muy bajos en comparación con lo que cobran consultoras como BCG.










