Los bonos corporativos, u obligaciones negociables, son básicos para la financiación de las empresas en EE.UU. Desde la compañía de software Microsoft al grupo de biotecnología Amgen, desde la automotriz Ford al grupo de casinos Caesars Entertainment, todos usan este método para recaudar dinero para financiar adquisiciones, desarrollo, compras apalancadas y planes de retiro.

Estos bonos resultan atractivos para las compañías porque les permiten recaudar dinero sin diluir su base accionaria y les ofrecen ventajas impositivas por el gasto en intereses. Además, el mercado de bonos se ha vuelto cada vez más accesible para las firmas, incluso para las más pequeñas. La emisión anual de deuda corporativa desde la de alta calificación a los bonos basura se duplicó en una década para pasar de menos de u$s 500.000 millones, en 2000 a más de u$s 1billón el año pasado, según Dealogic.

Sin embargo, varias cosas pueden erosionar el valor de los bonos. Por la desaceleración económica, los inversores se preocupan por la salud de las empresas y su capacidad de concretar pagos. Y las tasas de interés son otro factor. El precio de los bonos avanza a la inversa de sus rendimientos, de modo que un alza en la tasa puede hacer caer los precios.

La agencia Standard & Poors advirtió que la volatilidad global amenaza la demanda, particularmente en el caso de deuda de firmas con baja calificación y de entidades financieras a las que se considera más vulnerables a la aversión al riesgo y a los problemas económicos mundiales.